Sherlock Holmes y el Misterio del Tíbet

Sherlock Holmes y el Misterio del Tíbet: Riesgos y beneficios del carisma

Sherlock Holmes y el Misterio del Tíbet«El Tíbet es un país pequeño, y lo rodean imperios que se disputan ejercer su influencia«

 

La literatura, el cine y el cómic nos han dado personajes tan formidables y carismáticos que resultan casi hipnóticos para el lector (o espectador) y reúnen tras de sí a toda una legión de aficionados deseosos de saber más, leer más o ver más acerca de las historias, aventuras y desgracias de estos personajes. Hannibal Lecter, Lobezno, Edmond Dantès, Drácula, el Capitán Nemo… y, por supuesto, el genial detective Sherlock Holmes son protagonistas no ya sólo de las historias con las que se dieron a conocer al mundo, sino de una infinidad de historias paralelas (o spin-offs) creadas a menudo por esta caterva de aficionados deseosos de rellenar los huecos que quedan vacíos más allá de las historias que todos conocemos.

 

Cuando un autor determinado decide coger a uno de estos personajes para relatar una nueva aventura se encuentra con las ventajas de partida de contar con un protagonista que no necesita de grandes presentaciones (su fama le precede) y que va a atraer a una parte del público ya simplemente por su nombre. Sin embargo, seleccionar a un personaje ya existente condiciona en parte a tu obra, que no va a poder escaparse fácilmente de ciertos géneros y, además, conlleva el riesgo de que, si no eres capaz de hacer una buena adaptación del protagonista, los mismos aficionados que se interesaron por la obra van a ser quienes se encarguen de hundir la obra en el olvido (que se lo digan a la Warner y a su nueva reinterpretación de Harry Potter y su galaxia de secundarios). Es por eso que un servidor, ávido lector de las andanzas del mejor detective de todos los tiempos, cogió con bastantes reservas este Sherlock Holmes y el Misterio del Tíbet que Sergio Colomino y Jordi Palomé publican ahora bajo el sello de Norma Editorial.

 

«Me alegra ver que ha logrado recuperarse tras recibir esa dosis de veneno«

 

Sin embargo, los recelos estaban injustificados. Primero porque este álbum no es sino la tercera entrega de una serie de aventuras de este personaje escritas por Colomino e ilustradas por Palomé desde hace algo más de una década (ahora me he quedado con muchas ganas de acceder a Sherlock Holmes y la Conspiración de Barcelona y a Sherlock Holmes y el Legado de Moriarty) y su solvencia a la hora de relatar los años ‘vacíos’ en la cronología de las aventuras del detective (aquellos que parten de su enfrentamiento contra su némesis en las cataratas de Reichenbach y hasta su regreso a Londres) ha quedado mucho más que probada. Y segundo, porque en esta obra, que se aleja un poco de la faceta investigadora del personaje para sumergirse en una acción con claros toques de pulp (sin meterme en spoilers sí diré que me encantan los ‘cameos’ de otras grandes estrellas de la literatura de la época en este cómic), funciona perfectamente como una historia autoconclusiva del personaje sin añadir ni quitar nada que pudiera chocar con lo que leeríamos tras su reencuentro con el doctor Watson.

 

Sherlock Holmes y el Misterio del Tíbet

Sherlock Holmes y el Misterio del Tíbet

 

Sherlock Holmes y el Misterio del Tíbet es una lectura agradecida que nos traslada a uno de los lugares con más atractivo del planeta para los aventureros y los buscadores del saber y la iluminación. Colomino y Palomé no sólo nos cuentan una aventura entretenida y atractiva sobre un personaje imperecedero, sino que nos permiten echar un vistazo a un lugar del planeta que corre el riesgo de desaparecer bajo la bota del imperio que ha decidido hacerse con su gobierno y dirección. Uno no puede leer esta obra sin preguntarse por qué tal interés de las grandes naciones por aplastar a las culturas que se alejan de la suya propia en lugar de aprender y enriquecerse con su aportación. Ahora hablamos de China y de su absorción del pequeño país montañoso, pero en la época en la que se desarrolla la acción de este cómic nos tendríamos que referir a la colonialista Inglaterra desde el sur y al imperio Ruso desde el norte de las fronteras tibetanas. Ojalá algún día podamos hablar de este país como un territorio autónomo sin tener que recurrir a aventuras situadas más de un siglo atrás en el tiempo.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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