Los chicos están bien es la Pequeña Miss Sunshine de 2010. El argumento no se le acerca, pero es el mismo pufo a indie de mentira, con un reparto sin superestrellas pero actores de sobra conocidos y por supuesto, más que solvente.
Jules (Julianne Moore) y Nic (Annette Bening) son una pareja de lesbianas de mediana edad con dos hijos, ambos concebidos con el esperma de Paul (Mark Ruffalo) a través de una clínica. Cuando los chicos cumplen la mayoría de edad deciden conocer a su padre, y al hacerlo – de una manera sorprendentemente fácil -, descubren que es un tipo enrollado con el que quieren pasar más tiempo.
Decir que Annette Bening y Julianne Moore están fantásticas y se merecen completamente la nominación al oscar – pese a que Moore no lo estuviese – es apuntar que la leche es blanca o que el cielo es azul. Hagan lo que hagan tienen toda una carrera detrás tan inmensa que no te deja ver sus defectos por mal que lo puedan hacer – que no es el hecho-.
Otro caso es Mark Ruffalo, un tipo ya con unos años encima, una carrera sin traspiés pero que despegó tarde y un rostro tan impenetrable como versátil. No parece que mueva un solo músculo salvo para poner una sonrisita irresistible, pero a lo tonto ha trabajado con Fincher, Scorsese, Mann, Jonze; gente con la que sólo mencionar el apellido ya se sabe de quien estoy hablando. Una pena que Bale esté nominado el mismo año que él – enorme en The Fighter – y Geoffrey Rush – se come a Colin Firth con patatas -, de no ser así su nombre hubiese sonado más.
Si las madres fuesen, pongamos por caso, Jennifer Aniston y Sarah Jessica Parker y el padre, por ejemplo, Keanu Reeves, los chicos no estarían tan bien
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