John Carpenter (In the Mouth of Madness, They Live, Halloween) firmó en 1982 la que muchos consideran su mejor película: La Cosa (The Thing). En ella se nos relata la pesadilla que vive un grupo de investigadores en una aislada base norteamericana en plena Antártica, al tener que enfrentarse a un ente alienígena capaz de imitar casi a la perfección a cualquier forma de vida, desde un animal a uno de ellos.
La película es injustamente considerada un remake de El Enigma de otro Mundo (The Thing from Another World, 1951), de Christian Nyby y Howard Hawks, cuando la realidad pone este hecho en entredicho. Carpenter quedó prendado de la película de Nyby en su juventud, pero al leer el relato donde ésta se basa ¿Quién hay ahí? (Who Goes There?, 1938) que John W. Campbell Jr. publicó en la revista Analog Sciencie Fiction and Fact, provocó que germinara la semilla de realizar una nueva adaptación más fiel a la historia original, pues había diferencias abismales que le fascinaron.
Si bien el relato trata sobre un ser extraterrestre capaz de imitar el aspecto físico de cualquier ser vivo absorbiéndolo, creando por ello el caos en el equipo científico que lo descongela en la Antártida, la versión de Nyby se aparta del concepto original. Lo más remarcable, aparte de no usar ninguno de los personajes y suceder en Alaska, es que cambia a la criatura propuesta por Campbell por un humanoide de origen vegetal cuya máxima es conseguir sangre para criar sus esporas. Así mismo, en el film de 1951, aparecen militares y científicos, exponiendo el conflicto entre matar al ser o estudiarlo, todo aderezado con un humor que acaba con el clima de terror que proponía en un principio.
La versión realizada por Carpenter, además de ceñirse al relato original, acentúa para bien sus mejores bazas: la tensión generada por no saber quién es quién, el aislamiento y el enfrentamiento a un peligroso ente cuando no se puede confiar en nadie. Esta nueva adaptación es tratada como una partida de ajedrez entre dos razas que luchan por sobrevivir, con conflictos internos en cada una de ellas. Si bien el mayor inconveniente de los personajes es no saber quién de ellos puede no ser quien dice, creándose así un ambiente de desconfianza y paranoia, el mismo ser extraterrestre al ir multiplicándose muestra su individualismo, pues cada ente juega su estrategia sin considerar lo que le suceda a su camarada.
Los aciertos de la película de Carpenter denotan el buen hacer de este realizador. El film se inicia con un incidente que rompe la monotonía del equipo de la Estación 4 del Instituto Nacional de Ciencias de EE.UU en la Antártica. Poco menos de 30 minutos después, llega el impactante punto de inflexión. En ese lapso, el director ha presentado a sus doce personajes y los cimientos de toda la historia, creando un logrado clima de suspense, aislamiento y fatalismo en el proceso. A partir de este momento llegará el horror y la desconfianza que se apoderará de todos los personajes. Pues si algo aleja a La Cosa de un film de terror convencional, es su uso del terror psicológico. Así pues, el guionista Bill Lancaster crea unos personajes ambivalentes, atrapados en un territorio hostil que invita a la claustrofobia, y afectados por la paranoia por culpa del ser que les acecha. Esta idea es llevada a cabo con convicción por todo el reparto, retratando a la perfección el miedo, la inseguridad, la furia y demás estados, con un creíble Kurt Russell al frente. Huelga decir que las interpretaciones no recaigan en un grupo de jóvenes como en tantas películas de terror, es de agradecer. No hay héroes -un símbolo del cine de Carpenter-, sólo gente normal enfrentada a algo extraordinario. Del metraje, cabe destacar la inquietante secuencia de la prueba sanguínea y el final.
Evidentemente, La Cosa, tiene más virtudes a parte de una conseguida narración e interpretación. Digna de mención es la banda sonora del maestro Ennio Morricone (Trilogia del dollaro, U-Turn, The Mission), que acompaña a la perfección todo el visionado, relegando las escenas impactantes a la visión de las propias imágenes, sin ceder al cliché del crescendo que tanto atemoriza a los oídos de los espectadores. Por otra parte, si algo brilla con luz propia, son los logrados efectos especiales orquestados por un entonces jovencísimo Rob Bottin (RoboCop, Total Recall, Deep Rising), en los cuales trabajó ininterrumpidamente durante un año y cinco semanas, tras lo cual tuvo que ingresar en un hospital por agotamiento. Incluso pidió a su amigo Stan Winston (Aliens, Terminator) que realizara parte de la secuencia de la perrera para poder seguir con otras tareas. Su trabajo con los efectos visuales y maquillaje prácticamente no ha envejecido, y sigue siendo de sus mejores obras. Por su lado, Dean Cundey (Escape from N.Y., Back to the Future, Jurassic Park) se encarga de la fotografía, dando una ambientación adecuada, con una iluminación sugerente y un buen uso de la luz producida por el fuego y las bengalas. Trabajo que concluye John Lloyd (Big Trouble in Little China), aportando una decoración basada en colores apagados y escenarios lúgubres, así como Susan Turner (Conan the barbarian), la única mujer del equipo, con sus maquetas. Por último, la ambientación en los parajes naturales, rodados en la Columbia Británica y Alaska, terminan de darle al film la impresión de aislamiento que requiere.
Por desgracia, la película fue un fracaso en el momento de su estreno. Buena culpa de ello fue coincidir con E.T. (E.T. The Extra-Terrestrial, 1982), donde se presentaba a un alienígena bondadoso. A ello se le unieron las críticas negativas por su violencia, su falta de esperanza y la ausencia de mujeres. Pero el tiempo pone todo en su sitio, y las mentalidades cambian. Carpenter realizó la película que deseó, desoyendo consejos de colaboradores, y ahora, le pese a quien le pese, se ha convertido en una obra de culto que no ha perdido su esencia.
Como apunte final, algunas curiosidades sobre La Cosa:
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