A un par de semanas del estreno en cines de Noé, analizamos el primer volumen de su versión en cómic.
Cuando Darren Aronofsky se pone el hábito de hombre de fe los obstáculos parecen multiplicarse a su alrededor. Ya le sucedió con La Fuente y ahora con Noé. Al margen de las similitudes entre ellas (como el hecho evidente de que de una forma u otra ambas aludan al Génesis) ambas historias tuvieron que pasar antes por el formato del cómic para, en primer lugar, ver plasmada la obra en sí y, no menos importante, lograr saltar a la gran pantalla. En el caso que nos ocupa, ese salto ha tardado en darse tres años, pues la novela gráfica que edita en nuestro país Penguin Random House (a través del sello DeBolsillo) fue publicada en Francia (y luego en Alemania) en 2011. Un detalle destacado, ya que en EEUU aún no han podido disfrutar de la reinterpretación del mito bíblico del guionista y director neoyorkino.
Primera de dos partes, la novela narra las vicisitudes por las que atraviesa Noé, elegido por el creador, para levantar un gran arca que salve a los inocentes (o sea, los animales) de la destrucción del mundo tal como ha sido hasta ese momento. Una cosa hay que tener muy presente, y esto es algo que sus autores no se cansan de repetir: el cómic (y la película) está inspirado en la historia de Noé, con todas las licencias artísticas que ello conlleva, aunque manteniendo la esencia. Para leer la historia bíblica ya está el libro del Génesis.
Aronofsky y su coguionista Ari Handel se sumergen en la vertiente más fantástica del relato para narrarnos la historia de un hombre de fe llevado por el camino de la obsesión, un héroe torturado por el peso de la misión que se le ha encomendado. Temas muy propios del artífice del libro, como ha demostrado a lo largo de su filmografía. La narrativa (escrita y visual) de Aronofsky está presente en cada viñeta, no hay más que abrir el libro y comprobarlo en sus dos primeras páginas. Así mismo, el equilibrio entre lo onírico y lo real es sobresaliente (gracias también al soberbio trabajo de Niko Henrichon a los lápices [lástima que no se haya podido respetar el formato original de la obra y el dibujo no luzca como merece]), estando plagadas las primeras imágenes de un alto poder sugestivo, caracterizadas además, por la práctica ausencia de diálogos o cuadros de textos. Toda la fuerza de las viñetas oníricas radica en sus dibujos.
Como bien indica el título de la reseña, este primer volumen abarca hasta que caen al suelo las primeras gotas de la tempestad que sumirá a La Tierra en la destrucción, estando el foco en la aceptación de Noé de su destino y en cómo encuentra la forma de llevar adelante la tarea que se le ha encomendado. Conocemos a Noé a través no solo de sus actos, sino de Ila, la hija adoptiva de este, que hace las veces de narradora de esta odisea familiar, de forma que la evidente carga épica del relato no distraiga al lector, sino que sirva de complemento a este drama personal.
Aronofsky realiza un personalísimo acercamiento al personaje bíblico y conjuga en él todos sus intereses y obsesiones como narrador, dando lugar a un imaginativo libro en el que la locura, el drama y la épica se dan de la mano. Noé es incapaz de dejar indiferente a nadie.
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