«Y llegó el día en que el hombre se arrepintió de haber jugado a ser Dios. La humanidad está al borde de la extinción a causa de un virus creado en laboratorio, cuyos efectos sobre la población son devastadores. La tragedia trastorna incluso el equilibrio geopolítico del planeta. En un mundo de terroristas, cíborgs, piratas informáticos, crimen organizado y políticos corruptos. los miembros de la familia Ballard juegan un papel vital«.
Esta es la sinopsis oficial de Eden: It’s an Endless World!, manga de Hiroki Endo que Panini Manga ha licenciado en nuestro país con la intención de recuperar una obra con cierto aroma de culto que en su anterior intentona (de la mano de la actual Planeta Cómic) quedó inconclusa. Convencida de su valor, Panini apuesta, además, por su formato Maximum en el que ya edite trabajos como Berserk y que cuenta con el doble de páginas de un manga tipo (es decir, equivaldría a dos tomos tankōbon) y de un tamaño sensiblemente mayor (equivalente al de una novedad literaria [no las ediciones de bolsillo]).
Resumiendo mucho, Eden podría presentarse como un cruce entre Seraphim y Ghost in the Shell: una pandemia devastadora que pone a la humanidad frente a un abismo, un debate teológico de matices cristianos, una sociedad hipertecnificada pero terriblemente desigual, un contexto geopolítico marcado por las guerras y la corrupción, reflexiones acerca de la naturaleza humana… Eden apunta muy alto en sus intenciones, pero pronto la realidad hace acto de presencia y las ambiciones iniciales se diluyen en favor de una trama demasiado genérica.
El prólogo, situado veinte años antes de la acción presente, hace un flaco favor a las expectativas del lector, pues plantea un tono y una temática que luego no se corresponde con el desarrollo posterior del volumen. Si retomamos la comparación Seraphim/GitS, el prólogo nos promete un relato en la línea del guion de Satoshi Kon, con la enfermedad y el discurso teológico/humanista en primer término; mientras que la historia principal se refugia en la faceta más lúdica y aventurera del trabajo de Masamune Shiro, poniendo en el foco la crítica política y social. Eden transita entre dos almas que, al menos en este primer volumen, parecen irreconciliables. Hiroki Endo no es capaz de encontrar un equilibrio entre ambas, renunciando a la primera y dándole un simple carácter accesorio.
La estética y los modos cyberpunk resultan muy tentadoras y Eden se deja embelesar con facilidad, enredándose en detallar el escenario que rodea a los personajes en lugar de invitarnos a descubrirlo junto a los protagonistas. El lector parte de una situación de absoluta desventaja respecto autor y personajes. Salvo nosotros, todos saben qué es lo que sucede y no solo no se exploran los interrogantes principales de la narración, sino que el grueso de este primer volumen se dedica a exponer una trama a todas luces secundaria e irrelevante para el auténtico fondo de la obra.
Así, la puerta de entrada a Eden puede resultar un tanto decepcionante si no se es un fan acérrimo del género. La sensación de rodeo e intrascendencia es constante, pero la sugerente promesa inicial sigue siendo un poderoso reclamo e invita a darle un margen de confianza. El segundo tomo (que equivaliendo ya hasta el cuarto volumen de la edición original es un margen considerable) será el que marque si estamos ante un manga de nicho o si su consideración como obra de culto es bien merecida.
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