«Desde luego es fascinante lo mucho que ha cambiado esto«
Cuando Jonathan Hickman nos trajo Potencias de X y Dinastía de X, entre las dos formaban un todo (los albores de Amanecer de X) que es lo que ‘había que leer’ de Marvel (Panini en España), con permiso del Inmortal Hulk de Al Ewing. Pero eso era todo, la atención de los lectores llevaba tanto tiempo dispersa y alejada de los mutantes que la cosa podía quedar en una miniserie de doce números que fuera una suerte de luz brillante en un océano de negrura, dejando que poco a poco los Iron Man, Capitán América y demás volvieran a reclamar el foco de la Casa de las Ideas. Sin embargo, al seguir Hickman al frente del proyecto tras las dos series que han servido para sentar sus cimientos, al hacerse cargo de dos de sus colecciones y al estar detrás de los equipos al frente de todo el resto de cabeceras con una X, hoy por hoy Amanecer de X se ha convertido en el centro de la galaxia marvelita. Lo importante que está pasando en la Casa de las Ideas está sucediendo en estas series y hasta los eventos que van llegando (como Imperio) se entienden mejor leyendo primero las aventuras de los hombres y mujeres de Krakoa.
Me preguntaba, tras la lectura de los dos últimos números de Nuevos Mutantes, por qué el guionista tras todo este proyecto se había echado a un lado, dejando la colección en manos de Ed Brisson, y qué había sido de las aventuras espaciales de los mutantes que tanto nos habían ilusionado al principio en esta cabecera. La respuesta la encontramos en Patrulla X #6: Amanecer de X, en la que Hickman se lleva a los Nuevos Mutantes a la cabecera principal de la franquicia para confirmar nuestras sospechas de que ambas series exigían el mismo nivel de atención. El huevo que los chavales X se llevaran del espacio es ahora el punto central de un arco argumental repleto de acción y con una importancia capital en lo que está por venir no sólo entre los mutantes sino en todo el resto de series de la editorial.
«¿Dónde narices está ese huevo?«
Vuelve el Nido y vuelve Nydo. El personaje que creara Jason Aaron para su maravillosa (nunca me cansaré de repetirlo) Lobezno y la Patrulla-X fue desde su primera aparición y hasta el penoso final de aquella cabecera mi favorito. Por encima de Idie, por encima de Kid Omega y por encima de todo lo que pudiera leer en aquel entonces. Cuando el propio Aaron lo trajo de vuelta para los Agentes de Wakanda (al servicio de sus Vengadores) me emocioné, pero lo cierto es que fue más una visita de cortesía que una larga estancia y es por ello que ahora, con la importancia extrema que Hickman le da al eslizoide mutante en esta historia, he terminado de leer esta entrega en una nube.
¡Y qué pedazo de historia! ¡¡Y menuda manera de cerrarla!! Aún teniendo en cuanta que, como suele acostumbrar a hacer, Jonathan nos obliga a leer las dos colecciones en las que se encuentra al mando, el guionista demuestra una vez más su maestría a la hora de tenernos mordiéndonos las uñas y la combina esta vez con su capacidad para girar hacia el humor en el momento menos pensado. Esta entrega (al margen de mi devoción por Nydo) es a día de hoy mi favorita de la colección y me parece que condensa de manera perfecta lo que se espera de ella: acción, profundidad, desarrollo de la raza mutante y proyección hacia el futuro no sólo de los homo superior en la Casa de las Ideas, sino de cada uno de los personajes que han nacido, crecido y luchado al calor de la franquicia mutante.
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