De las entrañas de Hay algo matando niños surge La casa Slaugther, spin-off que aborda otras realidades del cosmos creado por James Tynion IV y Werther Dell’Edera. Para ello la pareja creativa cede el testigo para que otras voces aporten sus perspectivas a este mundo de mitos y y monstruos. Así, Tate Brombal y Chris Shehan (al guion y dibujo respectivamente) deciden convertir a Aaron Slaughter (el compañero de Erica Slaughter, la protagonista de la historia original) en el narrador de un relato que deja el terror en un segundo plano para tratar temas como el sacrificio y el amor. Quien sí repite es Miquel Muerto como colorista, para darle continuidad a la identidad de la serie que publica Planeta Cómic.
Aaron se dirige a la casa Slaughter a través de un diario, que perfectamente podría estar dirigido hacia nosotros, en el que relata la misión que se le ha encomendado. Como máscara negra que es, se trata de una caza que ha de emprender en solitario, sin más ayuda que su propio ingenio. Pero ¡ay! ¿dónde está el conflicto? Pues en que remueve cosas de su pasado.
Así, narrada en primera persona, la aventura se ambienta en dos momentos temporales: el presente y quince años atrás, cuando Aaron aún era solo un aspirante a máscara negra. En cierto modo, una situación es consecuencia de la otra y con la perspectiva que dan los quince años de diferencia, permiten a los autores (en boca de su protagonista) reflexionar acerca de sus sentimientos (especialmente el amor) y los sacrificios por y a causa del mismo.
La casa Slaughter: La marca del carnicero es un relato sobre alguien que busca la forma de encajar, de encontrar un refugio después de haberlo perdido todo. Y sobre el precio a pagar. Pero siempre con cierta mirada esperanzada, hasta en los momentos más oscuros. Aaron cobra especial dimensión respecto a la imagen que tenemos de él en la saga principal y se muestra mucho más humano que Erica. Brombal se preocupa por crear un personaje con el que resulte muy fácil empatizar.
Aquí el terror tiene un papel secundario. Todo gira en torno al crecimiento de Aaron como personaje. Resulta interesante porque aporta una mirada más profunda sobre personajes que apenas han tenido recorrido en el primer arco de Hay algo matando niños y porque explora el escenario aportando bastante información sobre el mismo. Pero más allá de su utilidad como complemento, poco aporta este primer volumen de La casa Slaughter.
Como personaje, Aaron no es tan interesante como su hermana Erica, su caracterización plana subraya que en la obra principal no sea más que un secundario más. Por su parte, el escenario que abre el desenlace no se aleja en exceso de lo propuesto por Tynion y Dell’Edera en el final de su primer arco, cayendo en una redundancia que le hace un flaco favor.
Así pues, La casa Slaughter: La marca del carnicero puede resultar atractiva para conocer un poco más acerca de cómo funciona la orden de San Jorge y poner este mundo en perspectiva más allá de la experiencia de Erica Slaugther. Más allá de eso, no es una lectura relevante.
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