«¡¡Sabes perfectamente como es nuestro rey!!«

En casa, convencí a mi pareja de comenzar a ver One Piece en la tele allá por verano de 2021. Han pasado tres años desde entonces y la semana pasada alcanzamos el capítulo mil del anime (aún nos quedan las películas). La serie de Netflix también ha caído en nuestras manos y, a raíz de ella, me he encontrado con multitud de nuevos fans de esta larguísima historia cuyo final comienza a vislumbrarse en el horizonte de la publicación original nipona, pero que ya nos ha dejado con 108 volúmenes (que vendrían a ser 36 tomos de la actual edición que nos está trayendo Planeta). Es una burrada, en extensión y en impacto, y no dudo ni un segundo que en el futuro habrá estudios acerca de la poderosísima influencia de este manga en la cultura pop, en el universo editorial japonés y en las vidas de tantos y tantos que nos hemos enganchado a las aventuras de Luffy y compañía.

Y cuando alguien se ponga a estudiar cómo afectó One Piece al mundo del manga o cuáles fueron los momentos clave en su historia y desarrollo, lo que ocurre en este séptimo tomo recopilatorio no puede pasar desapercibido. Os pongo en situación: tras abandonar el East Blue, los Sombrero de Paja admitieron a bordo de su nave a Vivi, la princesa de un lejano país que trataba de trataba de luchar en la sombra contra una conjura que pretendía acabar no sólo con el gobierno de su padre, sino con toda esperanza de prosperidad en una nación insular asolada por la sequía. Con Vivi a bordo (los chistes se hacen solos) nuestros protagonistas hicieron una breve parada en Little Garden (hogar de dos gigantes guerreros) y una más larga en Drum, un país cuyo rey huyó de un tal Barbanegra dejándolo sin soldados ni médicos y en el que los tripulantes de nuestra banda pirata conocerían al bueno de Tony Tony Chopper, un reno que había ingerido la fruta del diablo que lo convertía en humano.

«¡¡Son capaces de hacer frente a mi kung-fu del travesti!!«

Ahora sí, la banda completa llegaría a Alabasta, el hogar de Vivi, justo al final del tomo anterior, sólo para encontrársela al borde de una sangrienta guerra civil avivada por la siniestra organización Baroque Works y su poderoso líder, el pirata con patente de corso (sichibukai para los colegas) Cocodrilo. A partir de ahí, justo al comienzo de este volumen, comienza una carrera contrarreloj para evitar la confrontación entre el ejército rebelde y las tropas monárquicas en la que todos y cada uno de los miembros de los piratas Sombrero de Paja jugarán un papel determinante. Y aquí es donde quería yo llegar.

One Piece #7: Arabasta Saga

La última gran saga antes de Alabasta fue la de Arlong Park. En ella tuvieron sus batallas Zoro, Sanji, Usopp y, por supuesto, Luffy. Sin embargo, las dos primeras apenas sí tienen algo de enjundia y la del bueno de Usopp es un chiste con patas que, sin embargo, sirve para remarcar la valentía que esconde el tirador de nuestra banda. Si seguimos avanzando, en Little Garden básicamente sólo pelea Luffy y lo mismo ocurre en Drum. Es en la presente saga cuando, por fin, Eiichiro Oda diseña unos villanos específicos para cada personaje protagonista, haciendo que cada una de las batallas tenga su propia importancia y significado. Todas, desde la divertidísima de Chopper y Usopp contra Miss Merry Christmas y Mr. 4, hasta el brutal enfrentamiento de metales de Zoro contra Mr. 1, hacen que sus personajes involucrados evolucionen y comiencen a ganar en autoconcepto y alguna, como la de Sanji con Bon Clay traerá cola en el futuro.

Ahí está una de las fortalezas de One Piece y una de las cosas que otras series han tratado de replicar luego con más o menos éxito. Hasta la llegada de la generación actual de mangakas, obsesionados con el trabajo en equipo, pocas series shonen invertían tanto tiempo y esfuerzo en los personajes que acompañaban al héroe. One Piece cambia esto de manera radical y lo hace a partir de este volumen. Oda convierte a la banda del Sombrero de Paja en el verdadero protagonista de su One Piece (más allá de Luffy) y con ello gana en profundidad, riqueza y capacidad de adaptación al devenir de los tiempos. Por eso One Piece sigue arrasando a día de hoy. Por eso esta serie gusta a gente tan diversa y distinta.