«Dentro de tres horas de los ochenta y uno… quedaremos cinco«

 

En Japón One Piece está a día de hoy (en marzo de 2025) a punto de alcanzar los ciento once tomos, lo que viene a equivaler a casi mil ciento cincuenta capítulos de una obra que no marcará el fin de una época cuando se marche porque, de hecho, ya ha abarcado varias épocas diferentes. Comento esto porque, ahora que llegamos al décimo volumen de la estupenda reedición que se está marcando Planeta de la obra de Eiichiro Oda, realmente alcanzamos la marca de los treinta volúmenes originales, es decir, una cuarta parte de la obra en su totalidad (más o menos). En otras palabras, nos hemos leído ya casi seis años de aventuras, peleas y chistes de la tripulación del Sombrero de Paja, lo que da para comenzar a conocer algunas cosillas acerca de su autor sin tener que irnos a consultar las muchas entrevistas que le han ido haciendo a lo largo de su carrera.

 

Oda es un internacionalista. Es una persona que le da muy poca (o ninguna) importancia a las fronteras o al nombre y otras nimiedades de los países. También es un pacifista que cree que las guerras sólo benefician a unos pocos, los que ni tan siquiera toman parte en ellas. Y es un crítico muy duro con las figuras de poder y de autoridad, concediéndole estas dos características sólo a quienes dan su ser y hasta su último aliento por aquellos a quienes gobiernan o lideran. Todo esto, por ejemplo, lo vemos muy bien reflejado en Alabasta, donde Oda no duda en colocar a un rey absolutista que, sin embargo, es respetado por su pueblo al vivir a su servicio y que, cuando pierde el respeto del mismo (por las conspiraciones de Cocodrilo), se enfrenta a una sangrienta rebelión. Lo vemos también en el reino de Drum, donde nunca llegamos a ver reinar a Wapol, que es la antítesis de todo lo que ensalzamos de la familia Nefertari.

 

«¿Crees que por ser ‘Dios’ tienes derecho a robar lo que te dé la gana?«

 

Aquí, en Skypiea, vuelve a repetirse esta visión de lo que es un buen o un mal gobernante con el personaje de Gan Fall, el noble caballero errante que fuera en su momento (y hasta la llegada del tiránico y loco Enel) el ‘Dios’ de Skypiea, es decir, su máxima autoridad. ¿Para todos los habitantes de la isla del cielo? No. Sólo para una mitad porque, como descubrimos entre este tomo  parte del anterior, a los verdaderos habitantes de la parte de Jaya que voló a los cielos se les persiguió y acorraló en una ‘reserva’ (quizás os suene el término) por los antiguos habitantes de Skypiea, que jamás habían visto algo tan rico y provechoso como la simple tierra y que rápidamente la ambicionaron y se la arrebataron a sus habitantes nativos. Gan Fall representa a un gobernante que trata de hacer las paces con el pasado por el bien de todos, pero que ya no puede renunciar a lo que sus antepasados le legaron ni puede en modo alguno compensar las penurias que han sufrido los shandia.

 

 

Puede parecer que este artículo me haya quedado mucho más serio y profundo que el anterior, pero es que One Piece es así: pura diversión y shonen clásico en su fachada y un profundo mensaje que merece la pena analizar con calma circulando por las venas de una historia que sigue viva a día de hoy y sorprendiendo a sus miles de lectores a lo largo y ancho del planeta Tierra.