Hay Akira Toriyama más allá de Bola de dragón y de Dr. Slump y Planeta está decidida a recordarlo con la reedición de un buen número de obras del autor nipón como Cowa! o la que ahora nos ocupa: Sand Land.
Este shonen (manga o anime dirigido a un público adolescente en el que predomina la acción aderezada con algunas situaciones humorísticas) nos presenta un mundo acuciado por una sequía endémica y cuya única fuente de agua está fuertemente custodiada por un gobernante corrupto y autoritario (nada que no conozcamos todos). Un veterano policía junto a dos seres demoníacos, hartos de la situación, deciden viajar al sur del reino en busca de un lago perdido y del secreto que hay tras la escasez de la preciada agua.
Con estos ingredientes es inevitable que la historia esté narrada en clave de road movie, con el trío de protagonistas embarcándose en una larga búsqueda a lo largo del mundo en busca de aventuras. El tono, pues, sigue la estela de uno de los grandes clásicos de Toriyama, Bola de dragón, aunque sin hacer tanto hincapié en las secuencias de lucha. Lo que prima en este tomo es la aventura, aparecen seres y personajes de toda índole, desde grandes y temibles monstruos a una banda de forajidos con pocas luces. En este sentido el autor juega con las expectativas de los lectores y concibe unos personajes que no siempre son lo que dejan entrever sus apariencias. El caso más evidente es el de la “fauna” demoníaca que cohabita con los humanos. Muchas veces, y este es un ejemplo más, los monstruos o los villanos no son los que tienen una presencia más temible.
La comedia es una parte importantísima de este relato, como también suele ser habitual en la obra de Toriyama. Quizás el humor del que hace gala Sand Land sea demasiado ingenuo para un público adulto, pero esa misma característica convierte a la historia en una lectura ideal para los lectores más jóvenes que estén iniciándose en el mundo de las historietas o que solo se acerquen a ellas de forma esporádica. Ideal también, para estos jóvenes lectores, como una denuncia ecologista para concienciarles de que no hay que malgastar el agua.
Sand Land es todo un divertimento que para bien o para mal sabe a poco. El argumento es bastante sencillo y el ritmo de la narración es vertiginoso, lo que se traduce en unos personajes con poca profundidad (aspecto que no contradice el fuerte carisma que desprenden los héroes de la historia) y una trama en la que no paran de suceder cosas que obligan a los protagonistas a avanzar sin descanso. Una lectura amena a la que no se le puede (ni debe) exigir más que pasar un buen rato.
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