A Alex de la Iglesia se le ha olvidado cómo era eso de hacer una película inteligente. Los curanderos no tienen quién les cure según nos enseña François Dupeyron en Mon âme par toi guérie. En Oktober November los problemas familiares se tornan aburridos y vulgares por culpa de un Götz Spielmann que pasa completamente de expresar lo mínimo con la cámara. Pelo malo es una demostración vaga de esa generación del cine latinoamericano que dicen viene pisando fuerte. Le Week-end es lo suficientemente inteligente para hacer reír pero lo bastante ligera para que no perdure. Caníbal es estremecedora, pero no penséis bien, me refiero a lo que provoca su nadería, su minimalismo cabreante y su frialdad técnica, argumental e interpretativa.
Todo esto ocurrió durante los días más grises del festival, cinematográficamente hablando, porque el sol en Donosti aprieta cada vez más.
Desgranemos por partes las películas del segundo y tercer día:
Qué Alex de la Iglesia diga que Las brujas de Zugarramurdi es una película disparatada sobre la lucha de sexos es una catástrofe. Su idea es que nos dejemos llevar por unos tíos idiotas que en la escapada de un atraco les da por cotillear de sus mujeres, las que intuimos bastante más inteligentes que ellos. Y hasta ahí bien. Mario Casas y Hugo Silva revelan un talento innato aún sin explotar para la comedia. Pero después todo se transforma en una rabieta contra el género femenino que pierde gracia y sentido. Aún así no se puede ser más maravillosa que Carmen Maura, aunque su papel sea tan anodino.
François Dupeyron propone una historia tremenda y dolorosa, girando en la órbita de títulos como De óxido y hueso y Casa de Tolerancia, pero a pesar de que sus protagonistas tienen el poder de hechizar al espectador –un Grégory Gadebois con un carisma parecido a James Gondolfini y una Céline Sallette que eleva su delicadeza hasta la enésima potencia– la película se desvanece en un intento de arrancarte el alma que nunca llega. Lo que sí llega en ocasiones es el aburrimiento. Una pena.
Por otro lado, lo de Götz Spielmann y su Oktober November es denunciable. No sólo cuenta una historia familiar con ingredientes tan indigestos y repetitivos como la rivalidad entre hermanas, infidelidades y la latente figura de un padre enfermos sino que lo hace a través de una cámara paliducha cuyos encuadres son siempre los mismos. Exasperante.
Pelo malo es una provocativa historia sobre un niño amanerado hasta la arcada, y no precisamente porque lo sea, sino porque Mariana Rondón lo muestra de forma vil y hasta la arcada jugando con el espectador a un juego moral que se repite una y otra vez en un argumento en bucle que destruye el interés por la película.
Nick y Meg (Jim Broadbent y Lindsay Duncan) realizan un juego interpretativo ágil y maravilloso que completa un Jeff Goldblum en estado de gracia en esta especie de Antes del anochecer de jubilados. Esta película tan sexual, aunque solo se hable y no se practique, es encantadora y disfrutable. Los diálogos de Hanif Kreishi son brillantes y sí, Broadbent está en un gran momento pero al final todo resulta ser banal. Por mí no hay pegas pero el jurado la va a olvidar más rápido de lo que tarda en desinflamarse una erección en la tercera edad.
Antonio de la Torre es el actor español del momento, no es ni Al Pacino y Bardem, como él mismo declara, pero cada película es mejor Antonio de la Torre que la anterior. No sé si me explico. Caníbal, sin embargo, es otro cantar. Es una película que pretende ser fría, lenta y pausada. Y lo es hasta no transmitir absolutamente nada. Caníbal es lo que Martín Cuenca desea que sea, y por eso el error no es haberla realizado así, sino haberla pensado así.
Al final de la cuarta jornada del festival llegó Cuarón y abrió la boca de cada uno de los espectadores que estaban viendo esa tremenda y angustiosa y vibrante película de ciencia ficción donde el 3D tiene más sentido que nunca. Gravity. Alabado sea él y su hijo Jonás por regalar la mejor película que se ha visto hasta ahora en Donosti.
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