Llega el sábado, tercer día encadenado de la 14 Muestra Syfy de Cine Fantástico, y con él el repertorio fílmico pega un subidón importante en variedad y calidad. De nuevo hemos tenido cintas de todas las partes del globo (Bélgica, Estados Unidos, Australia…) y, aunque ciertos temas socio-políticos ya comienzan a cansar un poco, hoy público y presentadora han vuelto a lucir con ese buen ánimo que tanta falta le hace a cualquier festival que se precie. Pero vayamos a las películas, que son unas cuantas y merecen toda nuestra atención:
La Vida de Calabacín (CLaude Barras, 2016)
Syfy Kids puede parecer un complemento más para la Muestra, pero lleva varios años sin errar un solo tiro. Si el año pasado veíamos a la nominada a un Oscar El Niño y el Mundo y hace dos hacíamos lo propio con La Canción del Mar, este no ha podido ser menos y nos ha dejado con una de las cinco nominadas en la pasada edición de los Premios de la Academia Norteamericana. La Vida de Calabacín es una estupenda cinta rodada en stop-motion que recrea la vida de un grupo de niños en un hogar de acogida.
Quizás un tanto cruda en según qué momentos, la cinta no deja de mostrar cómo ven el mundo y la realidad que les rodea un grupo de chavales que luchan por seguir siendo niños mientras el mundo de los adultos los mastica y los engulle. No estoy seguro de si es la mejor cinta para poner en clase a tus alumnos de Primaria, pero sí que es una fantástica llamada de atención a los adultos acerca de cómo se debe y cómo no se debe tratar a un crío. Un filme sin duda tierno e inteligente.
The Good Neighbor (Kasra Farahani, 2016)
La primera cinta «adulta» se ha proyectado a las 16.00 y ha resultado ser toda una sorpresa: un par de chavales (con mucho tiempo libre al parecer), deciden instalar docenas de cámaras y micros en la casa del vecino de uno de ellos para poder gastarle una serie de bromas que poco a poco se les comienzan a ir de las manos de mala manera. Lo que se suponía que iba a consistir en una serie de sustos inofensivos rápidamente degenera en una carrera contrarreloj para lograr desentrañar los secretos que oculta el anciano en su sótano. Farahani nos ofrece una de las experiencias más disfrutables de este año y ya de paso aprovecha para colar una intensa crítica a toda esta nueva horda de Youtubers que se dedican a ir gastando bromas al personal sin pensar primero en las consecuencias de sus actos. Quizás debiera formar parte de la colección persona del Caraanchoa… y hasta aquí puedo leer.
I Am Not a Serial Killer (Billy O’ Brien, 2016)
En la siguiente sesión nos trasladamos al Medio Oeste norteamericano, con una propuesta que aboga por la vertiente más indie del género, apostando por un thriller de tintes investigativos en el que un adolescente psicopático decide emprender la búsqueda de un asesino en serie que está poniendo en jaque a la tranquila localidad en la que vive. Billy O’Brien nos trae una perversa propuesta en la que no todo es lo que parece y que toma una estética aséptica, de colores fríos y en ocasiones cercana al cine documental, a fin de acercarnos al punto de vista de su joven protagonista, Max Records (sí, el mismo de aquella aventura infantil titulada Donde viven los monstruos). Y siempre es una gozada recuperar a actores clásicos como Christopher Lloyd para la causa. Inevitable retrotraernos a películas como Found, con la que tiene varios puntos en común.
Pet (Carles Torrens, 2016)
Segunda propuesta de la tierra, con la intención de borrar el mal sabor de boca que dejó el film de Víctor Matellano la jornada anterior. Pet comparte con I Am Not a Serial Killer el interés por personajes protagónicos que se salen de la escala de lo que consideraríamos «normalidad». A partir de un guion de Jeremy Slater (quien tan pronto firma con El Exorcista una de las series de la temporada, como participa en aquel despropósito que supusieron los 4 Fantásticos de Josh Trank), Carles Torrens nos ofrece uno de esos romances tan peculiares que suele ofrecer de cuando el cuando el cine de género. Ya se sabe, por amor se pueden hacer grandes locuras… o podemos volvernos locos. Algunas incongruencias y trampas narrativas ensombrecen un guion que sabe trabajar los giros argumentales para mantener el interés del espectador y que defienden con formidable soltura Dominic Monaghan (nuestro querido Charlie de Perdidos) y la también televisiva Ksenia Solo.
31 (Rob Zombie, 2016)
El plato fuerte de esta penúltima jornada ha sido la nueva barrabasada de Rob Zombie. Ni es lo mejor del director ni tiene la pretensión de serlo. Quizás se le podría haber exigido un poco más al artífice de films de culto como The lords of Salem (2012), pero desde los primeros títulos de crédito deja bien claras cuales son sus intenciones: desmadrarse de la forma más excesiva posible. Un perverso juego de supervivencia (que recuerda, por ejemplo, a aquella gamberrada distópica ochentera protagonizada por Arnold Schwarzenegger basada en la novela Fugitivo de Stephen King [aunque firmada como Richard Bachman]) orquestado por unos pomposos ricachones (liderados por el eterno Malcolm McDowell) y entre cuyos brazos ejecutores vemos desde enanos nazis a payasos con sierras mecánicas. El argumento reduce a la esencia la estructura del slasher, y no faltan ni la casquería ni la tensión agobiante. La estética setentera le permite a Zombie extremar el carácter de sus personajes y experimentar con los formalismos sin que le choque al público. Imprescindible verla en versión original.
Scare Campaign (Cameron y Colin Cairnes, 2016)
Era difícil superar el macarrismo de Rob Zombie, y Scare Campaign se ha quedado en un loable pero corto intento. La escuela del terror – gore australiano tiene un efectivo ejemplo en la película de Colin y Cameron Cairnes. Haciendo uso de la cultura de Internet y las redes sociales, así como de la crítica al voyeurismo televisivo que disfruta del morbo del sufrimiento ajeno, la película nos presenta al equipo de un programa televisivo que busca en las bromas terroríficas la fórmula del éxito. Pero como es de suponer, cuando desde la cadena les piden que suban un nivel para no perder la audiencia las cosas se tuercen de la forma más violenta que os podáis imaginar. Un correcto slasher que adereza el terror con ciertas dosis de humor negro, pero no es capaz de salirse de los convencionalismos del subgénero y su giro final es fácilmente predecible.
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