Aquablue

Aquablue. El planeta azul: El juego de los parecidos

AquablueA estas alturas, es difícil que un cómic contemporáneo no encuentre algún título clásico del que beber. O a la inversa, que títulos contemporáneos no provoquen inspiración en otras obras que incluso desde otros medios pueden alcanzar más fama y fortuna. El viejo cuento del huevo y la gallina, sólo que en este caso es fácil decir qué fue antes. Leyendo Aquablue hoy en día es fácil pensar en sus conexiones con Avatar, la desmesuradamente admirada y taquillera película de James Cameron. Pero hete aquí que, siendo el filme de 2009, este cómic creado por Thierry Cailleteau y dibujado por Olivier Vatine en sus cuatro primeros álbumes y por Ciro Tota en el quinto, nació en 1989. ¿Lo conocerá Cameron? Porque hay tantas similitudes en su historia que parece difícil que no sea así.

 

La inspiración para Cailleteau a la hora de escribir y para Vatine a la de diseñar puede oscilar entre Tarzan y Kamandi. No hace falta más que ver la portada del lujoso libro en el que se recogen esos cinco primeros álbumes para encontrar los parecidos, y por si queda alguna duda la historia también los utiliza. Así que Aquablue, a pesar de ser una imaginativa historia de ciencia ficción que gusta de mezclar naves espaciales y mitología antigua, es una obra que está algo atrapada en el juego de los parecidos. La comparación es algo injusta, cierto, sobre todo porque el referente esencial, en el que probablemente pensarán casi todos los lectores cuando se asomen a las páginas del libro, es efectivamente posterior, pero ya se sabe que la fuerza del cine es hoy por hoy muy superior a la del cómic.

 

Arranca, frena, arranca, frena…

 

Salvado el juego de las comparaciones y dejándose llevar por la atractiva propuesta de ciencia ficción de Aquablue, la historia de un joven humano, el único superviviente de un naufragio espacial que vivirá en el planeta océano que da título a la obra hasta que tenga que enfrentarse a su pasado por la llegada de otros terrícolas que quieren instalar allí un complejo industrial, el principal inconveniente de la obra está en su ritmo. Arranca y frena, arranca y frena, cambia de tercio y de escenario, hasta que llega un punto en el que toda su premisa ecologista, tan propia de la época en la que fue concebida la serie y siempre de actualidad, llega a olvidarse por momentos. Se sabe quiénes son los buenos y quiénes son los malos, pero por qué luchan es algo que no tiene la misma importancia.

 

Aquablue

 

Y, claro, eso tendría que ser algo capital para mantener enganchado al lector. Porque lo demás sí que lo tiene bien medido Cailleteau. Aquablue es imaginativo, es divertido, tiene escenas de acción interesantes y plantea temas de debate bastante sugerentes, que se entienden hoy en día perfectamente porque atañen al medio ambiente, a la industrialización y sobre todo a los usos y costumbres en ocasiones bastante turbios de las grandes corporaciones. Pero la fusión de todo ello no termina de convencer, sobre todo porque, salvando la cuestión medioambiental, hay una clara desconexión entre todo lo mencionado y el entorno mitológico en el que se acaba desenvolviendo la serie. Y eso que ese es otro aspecto que aparece ya apuntado en la cubierta, con ese medallón que aparece tras la figura del protagonista, Nao.

 

Un mundo de colores

 

Teniendo en cuenta la contraposición entre el mundo océano y la maquinaria militarista e industrial que quiere sacar partido del terreno, el uso del color es una de las claves de que Aquablue entre tan bien a nivel visual. Y eso que los coloristas cambian, siendo los dos primeros álbumes obra de Christophe Araldi, los dos siguientes de Isabelle Rabarot y el último de este libro de Florence Breton. Pero el continuismo es palpable, no sólo en ese trabajo, sino también en las ilustraciones, principalmente de Vatine pero relevado por Tota para el álbum final. La premisa es clara, la percepción de la página en general tiene que ser amable para que las anomalías visuales, es decir, los malos, se identifiquen de inmediato. Y con ese sencillo código, todos los artistas mencionados consiguen que su trabajo sea muy eficaz.

 

Pero este mundo de colores que nos presentan Vatine, y Tota cuando las bases ya están establecidas, tampoco se libra del juego de influencias. Nao es una derivación obvia de los mencionados Tarzan y Kamandi, pero en general la obra bebe de fantasías de ciencia ficción bastante populares y diversas. Su mérito es que son influencias más sutiles que en el guión y visualmente el cómic se deja leer sin estar pensando en ellas en todo momento. En todo caso, resulta una tarea que exige algo de bondad por parte del lector, porque el influjo de Avatar, pese a lo injusto que es hacer esa comparación por la citada cuestión temporal, es demasiado pesado. Cailleteau no termina de encontrar el tono con el que la historia explote de verdad todas las posibilidades que tenía, y aunque Aquablue se deja leer bastante bien lo cierto es que tampoco termina de enamorar.

 

Acerca de Juan Rodríguez Millán

Avatar de Juan Rodríguez Millán

Periodista de corazón y de vocación, dispuesto a escribir sobre todo aquello que necesite explicación, pero disfrutando ahora mismo de la vida profesional online juntando letras sobre cómic, cine y deporte. Y con muchos proyectos e ilusiones en la cabeza, algunos de los cuales ya están tomando forma en el disco duro.

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