«¡Heil! Es superchachi verle de nuevo«
Volvemos por segunda vez a viajar al espacio exterior de la mano de Lewis Trondheim en su nueva apuesta comiquera tras las fantásticas Lapinot o La Mazmorra. En este caso el papel protagonista se lo lleva una nueva agente, Stella Moonkicker, impulsiva y violenta y, de nuevo, la investigación del campo de cadáveres que rodea a la nave Infinity 8 se ve truncada por una aventura que pronto se le va de las manos a los personajes implicados. Pero en esta ocasión, en lugar de tener a alíenigenas necrófagos como principal villano a batir, tenemos al mismísmo Adolf Hitler.
La nueva protagonista acompaña a los tatatatatatataranietos de los nazis, que salen a hurtadillas de la nave para recuperar la cabeza del Führer, lanzada al espacio al final de la II Guerra Mundial por sus seguidores en secreto con la esperanza de que alguna raza alienígena reviviera a su amado líder. Sin embargo, los nazis con los que nos encontramos en este tomo no recuerdan apenas los crímenes cometidos por sus antecesores y se dedican más bien al cuidado de jardines, las labores de tricotado y a la sastrería en general, en una curiosa parodia del clásico «quien no conoce su historia está condenado a repetirla«.
«Mi foto con Hitler tiene un montón de ‘Likes’«
Resulta remarcable el hecho de que Trondheim ha dispuesto los hechos de este segundo volumen de manera que puedan haber ocurrido con independencia de lo que pasara en el primero y que sea la presencia de Stella el detonante de que se precipiten los acontecimientos de la manera en que lo hacen en este tomo. Resulta más interesante aún que, mientras que Amor y Cadáveres era una aventura con tintes de romance y mucha comedia, esta nueva entrega cambia el amor por el cómic histórico y replica las bases y el crecimiento del nacional-socialismo partiendo de una situación hipotética y reduciendo al absurdo. Llama la atención este segundo factor porque, pese al humor y los chistes, hay un poso de inquietante verdad en el mensaje de este álbum. Porque lo dicho en el anterior párrafo es tenebrosamente cierto y los personajes de este número, ignorantes del pasado atroz de su organización no ven venir los violentos actos que se suceden desde que la cabeza de Hitler encuentra un cuerpo que habitar y poseer.
Sustituye a Dominique Bertail en este tomo Olivier Vatine (Niourk, Aquablue), con un estilo de dibujo más simplista pero igualmente efectivo y lleno de todos esos detalles que esperarías en un cómic de Trondheim. Sus personajes tienen tanto de caricatura de los clichés alemanes como de teleñecos (el judío alienígena que nos presenta es un peluche adorable) y funcionan a la perfección a la hora de crear ese ambiente de irreal ingenuidad en los nazis del futuro y de enfrentarla a las ansias de poder y supremacía de uno de los mayores psicópatas de la historia de Europa.
El tomo se ve acompañado de una serie de portadas y bocetos a los que Dibbuks, y esto es un detallazo, ha sumado un breve folleto que añade unos cuantos extras más sobre el tomo anterior a la vez que nos lo resume y nos lanza una pequeña galería con los personajes que van a protagonizar los próximos volúmenes de la colección. O lo que es lo mismo, con la promesa de que vamos a tener un nuevo volumen de Infinity 8 cada seis meses en nuestras librerías de la mano de la editorial madrileña.
Deja un comentario: