Las precuelas se esperan con tanta curiosidad como las secuelas. Si además se presentan a modo de spin-off, dado el carisma de sus protagonistas, hay más expectación. Los Minions se dedicaron a ser unos roba escenas en las dos anteriores películas protagonizadas por su patrón Gru, aquel malvado al que le costaba conciliar el crimen con la paternidad.
Por ello bien merecían estos secuaces amarillos un largometraje para ellos solitos. Como bien explicaba su tráiler, y se ve en los primeros minutos de la película, los Minions llevan sobre la faz de la Tierra más que nosotros, y durante todo ese tiempo han mantenido el mismo objetivo: servir al amo más villano que encuentren. Pero tras acabar inintencionadamente con sus anteriores patronos mientras son testigos de la historia universal, llega un momento en el que el clan se encuentra desamparado sin encontrar un superior. Tres de estos peculiares siervos, Kevin, Stuart y Bob emprenden un viaje en busca de un nuevo jefe. Y lo encontrarán, y una vez más, demostrarán que ellos son los grandes y que tienen una fuerza descomunal (de ello da fe el merchandising que han generado), pero es necesario algo más.
La personalidad totalmente colectiva de estos desorganizados vasallos era capaz de generar los mejores golpes de humor y tenía suficiente potencial para llenar si hiciese falta una trilogía para ellos. Además, la maldad y la más tierna torpeza hacen un buen tándem. De ello dieron muestras sus anteriores episodios.
Ahora es el argumento el que se apoya en ellos, y se enriquece algo por ello. Se han convertido en esbirros de los más canallas villanos de la historia: desde el yeti hasta Napoleón, y así, tras siglos colmados de desaciertos, el trío que retrata a toda la tribu llega al Londres de los años sesenta y conocen a una nueva villana que se las ve con Isabel II, Scarlett Overkill, un personaje con más ambición que garra porque queda muy estereotipada, a juego con la trama.
En el doblaje español ha sido Alexandra Jiménez la encargada de ponerle voz y cumple su función a la perfección, al igual que Quim Gutiérrez como su secuaz. Y eso que en la original sus homólogos eran Sandra Bullock y Jon Hamm. Pero la traducción mantiene el nivel que Florentino Fernández puso al vérselas con el timbre de Steve Carell.
La fiebre minion comenzó hace años y no ha parado. Eran la baza de las dos anteriores. La precuela apuntaba maneras, pero desgraciadamente, los personajes han quedado grandes en un guion pequeño. No es original, el humor y la gracia viene de los propios gestos de ellos. Alargan el final excesivamente. Hay hasta tres ocasiones que parece que se va a terminar. Y sí, Gru aparece.
Al menos los noventa minutos queda como una película simpática, amena para los más pequeños aunque el ritmo flojee, y eso que el envoltorio es notable, como en la banda sonora: los temas sesenteros se reciben con gusto, y más si se arranca con ese fantástico Happy together de The Turtles.
A diferencia de sus anteriores presencias, aquí los obreros amarillos se dirigen a los más pequeños. No sorprende aunque tiene gags. ¿Habrá una continuación? No es descartable. Si llega, ojalá la nueva trama les haga la justicia que merecen.
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