Rian Johnson toma el relevo de J.J. Abrams al frente del destino de Rey, Finn, Kylo Ren y compañía, y lo hace con mucho atrevimiento y valentía. Si bien es cierto que Star Wars: Los últimos Jedi juega a la inclusión de homenajes y a emular esquemas de los films clásicos (tal y como hacía El despertar de la fuerza), no es menos cierto que Johnson ha sabido llevársela a su terreno, concibiendo una película que supone el punto culminante en la historia del linaje Skywalker, dejando el futuro al servicio de Rey (el personaje de Daisy Ridley)… o al servicio de quien quiera Abrams cuando retome la dirección en el Episodio IX.
Star Wars: Los últimos Jedi es un punto de ruptura de la saga, cierra un larguísimo ciclo y sienta las bases para el inicio de otro sin el peso de legado alguno.
Ni sus 152 minutos (es la entrega más larga de la saga), ni sus excesivos descargos cómicos lastran a una película que coquetea con el lado oscuro de la fuerza y recupera el tono político, buscando un nuevo punto de maduración de la franquicia que atraiga tanto al público de toda la vida como a los recién llegados a esta lejana galaxia.
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