Venom: Habrá matanza

Venom. Habrá matanza: Atrapado en el tiempo

Ya dimos cuenta del espíritu noventero que escondía Venom (Ruben Fleischer, 2018) y con esta segunda entrega de la franquicia -ahora con Andy Serkis como director- no podemos hacer otra cosa que reafirmarnos en nuestras impresiones. Más aún, Venom: Habrá matanza parece sacada directamente de las viñetas de cualquier tebeo de El Asombroso Spiderman de la época, con todo lo que ello implica.

 

Veneno

 

La película tiene su referente más inmediato en la afamada (y no para bien) saga llamada Matanza máxima, en la que Eddie Brock y Spiderman (además de un puñado de personajes entre los que estaban desde Gata Negra a Puño de Hierro) tenían que salvar Nueva York de un desquiciado Matanza. Dados los condicionantes que ya conocemos (que se resumen en la independencia de Venom respecto a otros productos de la factoría Marvel), el cómic sirve más como inspiración que como base, aunque la esencia permanece íntegra. El arranque (Cletus Casady convirtiéndose en Matanza para huir de su encierro) y Grito (aliada y amante del psicópata) son las referencias más evidentes de un salto a la gran pantalla que queda simplificado en un Venom vs. Carnage (para el cine se ha optado por mantener el nombre en inglés).

 

Y ya está.

 

Tom Hardy

 

Venom: Habrá matanza no ofrece nada más. Es así de simple. Y es esa simpleza la que justifica que, a un nivel muy primario o básico, la propuesta resulte entretenida; porque a nada que se mira con detenimiento, se ven todas las costuras. El principal problema de la cinta es que los personajes dan igual. No han crecido nada desde la anterior película. Es más, sus problemas siguen siendo los mismos que hace tres años y no se aprecia evolución evidente en toda la película. El de Eddie Brock y Veneno es un bromance que se ha estancado.

 

La película potencia algunos de los aspectos de la entrega anterior -como la dinámica cómica de la pareja protagonista-, pero se olvida del desarrollo de los personajes, parecen no interesar. Como en el cómic antes citado, Venom: Habrá matanza es una continua huída hacia delante. No dejan de pasar cosas en ningún momento, pero todo son ruido y explosiones. Es una experiencia estruendosa en la que vale absolutamente todo: desde un homenaje a Asesinos natos (Oliver Stone, 1994), a dinámicas de comedia de situación. El tono es errático, no terminan de quedar claras las intenciones de la película más allá del, como decíamos, enfrentamiento entre Carnage y Venom.

 

Carnage

 

Pero, como ocurría con aquellos terribles tebeos de los años 90, Venom: Habrá matanza se las ingenia para resultar entretenida y no aburrir. Ayudan mucho que el visionado apenas sobrepase la hora y media, la sorpresiva secuencia postcréditos y que haya elementos (como la dinámica entre Carnage y Grito) que funcionan aunque sea de forma aislada. Si sois muy fans del personaje o no exigís mucho a este tipo de productos, Venom satisfará vuestra hambre. Si por el contrario tenéis un filtro más estricto, no perdáis el tiempo. En el mejor de los casos solo saldréis embotados del visionado.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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