Excesiva como solo puede serlo una creación de Todd McFarlane. Así se podría resumir la propuesta de Venom, debut como cabeza de cartel del a veces villano, a veces antihéroe que representan Eddie Brock y el simbionte Veneno, a quien ya conocimos en la gran pantalla interpretado por Topher Grace en la siempre discutida Spider-Man 3 (Sam Raimi, 2007).
Ahora es Tom Hardy quien se mete en la piel del personaje en un título que desecha buena parte de los elementos que conformaron el origen comiquero del mismo con el fin de trazar su propio rumbo y despojarse de cualquier rasgo de ambigüedad que pudiera hacerle pasar por un monstruo o villano. Para eso ya están otros. Ruben Fleischer y su equipo de guionistas hacen bien en liberar a Venom del peso de las viñetas, más allá de mantener sus rasgos más icónicos, para hacer y deshacer a su antojo y volver al personaje y su historia accesible al gran público. También es cierto que en el camino elegido por Fleischer y su gente hay una parte de obligación, pues no han podido contar con Spider-Man / Peter Parker (pieza indispensable para el nacimiento de Venom / Eddie Brock en los tebeos) para la película.
Sea como fuere, este Veneno se desenvuelve con soltura en una propuesta que se esfuerza en conjugar los códigos del cine de superhéroes con el terror. Con un ser parasitario que se dedica a tomar a humanos como huéspedes para sobrevivir y adaptarse, la elección de tono es muy natural. En este punto el director sabe suplir con ambientación y sugiriendo, insinuando más que mostrando, la naturaleza de una historia y un personaje que en su salto al cine habrían ganado mucho sin la limitación de la calificación por edades. Aunque, las cosas como son, en este sentido su referente comiquero tampoco es que haya sido nunca un derroche sanguinolento o violento, no deja de ser un relato para adolescentes.
Venom es una película que a día de hoy, con la de lecciones que han dado Marvel Studios o Chris Nolan y su Batman sobre el tratamiento del pijameo y los vigilantes enmascarados en los últimos 10-12 años, resulta exagerada y estravagante. Desde la desatada interpretación de Tom Hardy (si no se entra en el juego es fácil que se escape alguna risotada en determinadas secuencias) a la simpleza de los villanos, todo parece ya superado. Venom llega con 20 años de retraso. A finales de los 90 habríamos sido muchos los que no nos hubiéramos cuestionado su espíritu y ambiciones, tratando de tú a tú a los blockbusters del momento o conformando una divertida sesión doble con Spawn, para regocijo de Todd McFarlane, padre de ambas criaturas.
Ruben Fleischer nos ofrece una diversión sin prejuicios que, sobre el papel, parece funcionar al margen del universo cinematográfico marvelita (a diferencia del Spider-Man protagonizado por Tom Holland) y solo busca conectar con la faceta lúdica del género, huyendo del dramatismo o sobriedad que vienen ambicionando buena parte de las propuestas superheroicas en los últimos tiempos. Venom es un juguete para el desmelene de Tom Hardy (que también produce), que no desmerece a otros títulos en escenas que se graban en el imaginario del fan, como el venenizado flirteo entre Michelle Williams y Tom Hardy.
Esta primera toma de contacto puede ser, en definitiva, exigente para un público ya habituado a otros modosde hacer, pero si pasa este primer corte, en las manos adecuadas Veneno es un personaje con potencial de futuro.
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