El de Ahora me ves es ejemplo perfecto de secuela por la pasta. El equipo de la película, con John M. Chu (director de G.I. Joe: La Venganza, otra olvidable continuación) al frente, justifica esta aventura tirando por el camino más fácil, desaprovechando los nuevos elementos de los que disponía y, de paso, arruinando el buen sabor de boca que nos dejó su predecesora.
Ambientada un año después de los acontecimientos de la primera entrega, Ahora me ves 2 se olvida de buscar nuevos territorios y se limita a revisitar los esquemas de aquella, jugando a darle un significado diferente y que de una lectura más profunda a conflictos ya cerrados en aquella. La película se busca los problemas donde no los hay, caricaturizando a sus personajes mientras lo hace, especialmente a los de Mark Ruffalo (sobre quien gira buena parte del argumento) y Michael Caine. Consecuencia de esto, todo resulta mucho más extravagante y de una excesiva (y falsa) complejidad que resta verismo a la historia.
Y si Ahora me ves… podía emparentarse con Ocean’s Eleven, esta hace lo propio con Ocean’s Twelve, de tal forma que, lejos de conducir una trama que vaya hacia delante, el film de John M. Chu se dedica a enrevesar su historia y pervertir aquella mitología del Ojo que servía a nuestros magos como gran objetivo vital al final de la película. Pero el director tampoco sabe sacar provecho a sus nuevos juguetes, y tanto Lizzy Caplan como Daniel Radcliffe se van apagando según avanza la función. Él, villano de la historia, padece la misma caricaturización restándole coherencia a su personaje. De ella, supuesta experta en ilusiones y trucos con sabor a terror y serie B, vemos alguna gracieta con palomas y poco más. Ahora me ves 2 va de farol cuando promete subir la apuesta.
La película sale perdiendo de cualquier comparación con su predecesora, ni atina con el tono (con una comedia que abusa de la parodia y unas historias personajes que no saben complementar la trama principal), ni innova en su propuesta. Un entretenimiento correcto al que se le ven demasiado las costuras (y al que le falta tijera en alguna secuencia), y que ha perdido, nunca mejor dicho, la magia de su original.
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