“Hola, soy Christopher Nolan. Soy cineasta y reinvento el cine en cada película. Yo soy el cine«. En Tenet, Nolan se ha transmutado en Joaquín Reyes haciendo uno de sus celebrities sobre él. El personaje se ha comido al director británico. Como viene sucediendo cada vez de forma más acentuada en su filmografía, este thriller de espías de inversiones y paradojas temporales da sólidos argumentos tanto a defensores como detractores del director y guionista.
De un lado tenemos un entretenido título que emula y adapta a la perfección los tropos y arquetipos del noir más pulp. Es imposible no pensar en el 007 más sofisticado y exagerado con sus megalómanos villanos (estupendo Kenneth Branagh como terrorífica némesis del «protagonista»), viajes a distintas partes del globo, aliados con multitud de recursos, trajes y coches caros… y un protagonista que no necesita ni nombre. Desde este punto de vista, aún con sus faltas (Elizabeth Debicki está de atrezzo, su función no es otra que crear un interés personal en el protagonista de cara a la consecución de la misión), Tenet es muy estimable; máxime cuando da el todo por el todo como experiencia cinematográfica, tanto en el apartado formal, donde se agradece sobremanera la fisicidad de muchas de sus secuencias y el buen hacer musical de Ludwig Göransson, un «desconocido» (muy vinculado a Childish Gambino, el proyecto musical de Donald Gover, y ganador del Oscar por Black Panther) que hace olvidar a Hans Zimmer; como en el narrativo, a través de multitud de juegos y guiños con el espectador (no faltan alusiones a filmes del director como Memento o El Caballero Oscuro).
De otro lado, nos encontramos con una presentación excesivamente engalanada que puede lastrar parte de la experiencia. Nolan pierde de vista la perspectiva al buscar gustarse a sí mismo. ¿En qué sentido? El mundo creado por el británico en Tenet es pretendidamente complejo. Las reglas internas de la película no quedan del todo claras, juegan con ambigüedades y conceptos teóricos-especulativos que, por acumulación, resultan poco accesibles, al menos en un primer visionado. De hecho, al poco de arrancar la película, cuando el personaje de John David Washington se sumerge en esta realidad antes desconocida para él, su «instructora» pronto da carpetazo a sus explicaciones con un «no intentes entenderlo». Un aviso poco eficaz de su director y guionista, que se empeña en revolver y revolver. La trama principal, por el contrario, es tremendamente sencilla: un agente del servicio secreto norteamericano es reclutado por una misteriosa organización transnacional cuyo objetivo es detener una eventual tercera guerra mundial. Su investigación le lleva sobre la pista de un traficante de armas de origen soviético al que debe detener para salvar el mundo. Lo complicado, lo enigmático, es la forma en la que se presenta el argumento, su envoltorio. Si intentamos comprender y buscar una lógica absoluta a dicho envoltorio nos daremos de bruces con conceptos que se nos escapan, callejones sin salida e, incluso, lagunas narrativas, cuestiones que quedan sin respuesta.
Sin embargo, si hacemos caso de la recomendación del propio Nolan y afrontamos nuestro primer visionado (os quedaréis con ganas de verla, mínimo, una segunda vez para rascar información acerca de la entropía, pinzas temporales, palíndromos o paradojas como la del abuelo) desde una perspectiva lúdica y sin la presión de intentar entender a la perfección las normas que rigen Tenet, disfrutaremos de una experiencia cinematográfica formidable.
Deja un comentario: