No soy ni mucho menos un admirador de la obra de Richard Linklater, pero el argumento y tráiler de Todos queremos algo me llamó la atención de manera particular. Al informarme sobre el proyecto, descubrí que se trataba de una «secuela espiritual» de una película estrenada allá por 1993 llamada Dazed and confused (Movida del 76 en España) y me aventuré a verla; una vez más me encuentro con ese «costumbrismo costroso» de Linklater en el que se nos muestra la vida cotidiana de América entre frases plagadas de inteligencia y rimbombancia que funcionan muy bien durante la primera hora, pero que acaban agotando y aburriendo porque la inverosimilitud acaba reinando, ya que es imposible que ciertos personajes posean esa inteligencia y rapidez lingüística. Aún así la película me resultó entretenida.
Todos queremos algo nos cuenta los tres últimos días de vacaciones de Jake, un chico que va a empezar la universidad, y como al llegar al campus decide salir en busca de nuevas amistades, chicas con las que salir y fiestas desenfrenadas. El mayor acierto de Linklater en esta película es el equilibrio entre todos los personajes, al tratarse de una obra con amplio carácter coral es importante que no haya desnivel entre los personajes; en mayor o menor medida, todos aportan algo a la película y ninguno se queda olvidado en alguna secuencia suelta o relegado a un epílogo, como sucedía en Dazed and Confused.
La historia es de una enorme simpleza, pero funciona perfectamente gracias a unos diálogos escritos con inteligencia y sutileza que se adaptan al registro y personalidad de cada personaje. La película está construida en torno a una sucesión de hilarantes y (en ocasiones) románticas escenas que se ajustan en el conjunto con precisión eficacia y funcionalidad, aunque en cierto partido de baseball se hubiese agradecido un poco de tijera
El reparto (muy poco conocido) es sensacional, parecen sacados de los propios años 80, la manera de andar, moverse y gestualizar con esa mesurada sobreactuación es todo un triunfo y aporta la sensación de desfase y descontrol que necesita la película.
En definitiva: Todos queremos algo es una película pequeña pero eficaz, una apuesta brillante y un alejamiento de Linklater del costumbrismo, inteligencia e intento de barroquismo que suele emplear. No es la película del año ni mucho menos, pero si un elegante y sutil disfrute para todo tipo de público aunque cae pronto en el olvido.
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