En uno de los primeros planos de Ana, mon amour, vemos a Tomas (su protagonista), eyaculando sobre el cuerpo de su novia, que da título a la película. Esto pone fin a una tórrida escena de sexo en la que los dos amantes demuestran su unión carnal sin miedo y sin saber predecir el delicado objeto en el que se convertirá su relación. La terapia psicoanalista a la que se somete Tomas para deshacer todas las heridas que quedan de su historia con Ana es el tema principal de uno de los filmes más arriesgados de esta temporada.
Se hacía alusión al culmen de un coito al principio de este texto porque precisamente toda la película está construida en torno a una idea contraria, la idea de lo incompleto y es por ello que Calin Peter Nezter sólo muestra en una ocasión una relación sexual completa, al principio de la película, cuando aún todo está lúcido, existe la ternura y hay un equilibrio. El psicoanalista hace una acertada interpretación de esto y es que, la atormentada pareja nunca ha conseguido poner fin a nada, tanto a nivel vital como emocional y eso ha lastrado a la pareja hasta la obsesión, la violencia y, como punto final, la separación.
Más que punto final, podríamos llamarlo punto y aparte, ya que de aquí partirá todo el presente de Tomás, un presente anclado en el pasado y que dará forma a todo el conjunto. Calin Peter Netzer construye toda su obra en torno a la terapia de Tomas y narra todo a través de flashback que, en lugar de situarse en orden cronológico, une a través de la freudiana teoría de la asociación de ideas. Así conocemos la caótica y excesiva relación de una pareja que mezcla obsesión y enfermedad (ella padece trastorno bipolar).
La innovadora técnica narrativa se luce más aún gracias al montaje (premiado en Berlín) que selecciona estos momentos y los une conforme al desequilibrado estado mental de sus protagonistas (ella por su enfermedad y el por su impaciencia e incomprensión), a esto hemos de añadirle el nerviosismo con el que se mueve la cámara de Peter Netzer que nunca se apoya en un soporte y siempre móvil persigue con obsesión a los personajes y su entorno.
Desde el principio sabemos que Ana y Tomas no podrán estar juntos, su relación se sostiene en una inestable y caduca adicción sexual que sólo llega a su culmen en una ocasión en toda la película (un culmen físico, pero nunca emocional). El director contrasta la citada eyaculación, como punto del éxtasis sexual, con una imagen de ambos (muchos años después) sentados en la cama y desnudos, pero con un gran espacio de por medio y con el miembro de Tomas en relajación, como si nunca hubiese existido placer carnal; a esto le sucede una turbia pelea, mientras en el pasado vemos como Tomas, que descansa sobre Ana, escucha una premonitoria canción que ella entona “Este será tu pecado, cariño. / Me amaste y después me dejaste / Me amaste como a un niño / y me abandonaste como a una extraña. / Me amaste como a un caballero / y me dejaste tirada en la carretera.” Ana ama a Tomás y Tomás ama a Ana, pero su terrenal relación evitará que ambos puedan entenderse y convertirlo en algo eterno, creando un frágil y desequilibrado mundo que llevará a la desdicha a las dos partes.
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