Cuatro años han pasado desde que el húngaro László Nemes hiciera su debut como director con El hijo de Saúl. Una película sobre la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista diferente y novedoso, jugando con una óptica fija centrándose en el protagonista y dejando el fondo totalmente desenfocado, conocemos todo lo que ocurre pero no lo vemos. El hijo de Saúl conquistó a los críticos de todo el mundo, acaparando reconocimientos y nominaciones como mejor película de habla no inglesa en festivales y entregas de premios, incluyendo el Oscar.
Su nueva película, Atardecer, se sitúa en el Budapest de 1913, en un escenario previo a la guerra. En esa situación conocemos a Irisz, una huérfana que trata de encontrar trabajo en una tienda de sombreros que había sido fundada por sus padres biológicos. Allí descubre que tiene un hermano que nunca había llegado a conocer, y comienza a buscarlo en ese momento de caos y tensión que sufría el país.
Atardecer es una película que se podría catalogar de frustrante. Por una parte tiene una ambientación cuidadísima y una fotografía preciosa. Las gamas de colores anaranjados que consigue el director de fotografía son de lo más bello del año, además que todo está iluminado con luz natural, lo que le da un plus de veracidad. Sin embargo, por la otra parte, tenemos la historia, que no deja de ser un apartado muy subjetivo, pero cuando a una historia tan poco interesante como la que plantea Lászlo, le suma un punto de complejidad innecesaria al guion, se convierte en una experiencia agotadora.
Si bien El hijo de Saúl funcionaba más o menos de la misma manera en cuanto a la estética, incluso con un uso de la cámara más agobiante, podías sentir empatía con su personaje y todo lo que pasaba. Pero en Atardecer esa frustración que sentimos en el seguimiento de la protagonista y todas esas lagunas que tiene tanto ella como nosotros, acaban convirtiéndose en tedio y en algo aún peor, en un completo desinterés.
Puede que en su debut este director consiguió «la fórmula del éxito» para levantar aplausos entre los asistentes de los festivales de cine, o quizá fue una bola que nos han intentado (y conseguido) colar. Lo que está claro es que en esta segunda propuesta no convence de la misma manera, y queda claro que si en un futuro no reinventa su cine, está abocado a irse desinflando poco a poco, hasta que dejemos de ver su nombre en los festivales de más renombre de la temporada.
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