El Superman de Christopher Reeve vuelve a la vida en un nuevo cómic que continúa los hechos narrados en Superman 1978 y que, como en aquella ocasión, ECC Ediciones publica en un tomo en tapa dura para mayor homenaje hacia el mejor Superman que hemos disfrutado nunca.
«Tengo que creer»
En esta secuela Wilfredo Torres cede el puesto de dibujante a Gavin Guidry, pero el cambio apenas se nota porque además de compartir un trazo limpio y buscando una caracterización que evoque a las contrapartidas cinematográficas de los principales protagonistas, los otros dos componentes del equipo: Jordie Bellaire y Robert Venditti, colorista y guionista respectivamente, sí se mantienen en esta segunda miniserie, reforzando así la línea de continuidad.
Así, como en la anterior obra, El telón de metal funciona francamente bien según los códigos en los que se movían los filmes de Richard Donner (no olvidemos que existe un «Donner’s Cut» de Superman 2), pero al mismo tiempo encuentra su propio espacio para mayor homenaje a la figura del eterno Reeve. El humor casi infantil con ecos de slapstick de las películas originales está muy atenuado (sin desaparecer por completo) y -gracias a la flexibilidad del medio- la aventura gana en epicidad. Pero lo más importante, la caracterización de los personajes y el concepto de esperanza como tema central, sigue tan vivo como en 1978.
La nostalgia juega un papel importante, es evidente, pero en el buen sentido. Esta apela sobre todo al recuerdo del trío formado por Gene Hackman, Margot Kidder y Christopher Reeve y al respeto de una visión del personaje esencialmente luminosa. Ver a Clark y Lois interactuar como dos tontos enamorados que no saben dar el paso o al primero decirle a una niña pequeña «todo va a ir bien» mientras la salva de una tragedia segura son momentos súper emocionantes. Pero el guion de Venditti no se recrea en el recuerdo, porque sabe que, ante todo, tiene que contar una historia que resulte amena e interesante al público actual.
Sí, el conflicto de la Guerra Fría puede resultar anacrónico, pero este no es más que el telón de fondo para justificar y reinterpretar a un villano como Metalo que encaja como un guante en esta visión del mito supermanero. Donde falló Bryan Singer y Superman Returns, triunfa Robert Venditti y su Superman 1978 no dejando que el homenaje se comiera la historia y manteniendo a Superman con los pies en la tierra apelando a su humanidad y no a sus descomunales poderes.
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