Relata el ascenso al trono del príncipe Albert (Colin Firth) en un contexto internacional difícil (Europa en los años 30 del pasado siglo). El auge de los medios de comunicación es inminente; la radio adquiere una importancia crucial para dirigirse al pueblo y el futuro rey sufre una tartamudez que le hace parecer débil ante los oídos del panorama mundial. Aconsejado por su esposa, Elizabeth (Helena Bonham-Carter) comienza una terapia con Lionel Logue (Geoffrey Rush), logopeda y actor en su tiempo libre.
Es fascinante comprobar como a partir de un hecho tan anecdótico, se puede desarrollar una historia tan completa. David Seidler firma un guión inteligente que conforma su peso dramático en todos y cada uno de los personajes del relato (protagonistas y secundarios están brillantemente perfilados). La actitud y el trato que le ofrece Logue al príncipe Albert, tratándole siempre como si fuese un amigo en lugar del rey, conforman una de las relaciones cinematográficas más humanas vistas en los últimos años. Esta es una historia de cambios, nuevas tendencias que los personajes deben afrontar a través de la superación de ellos mismos.
Colin Firth, tras su reveladora interpretación en Un Hombre Soltero, se confirma como uno de los grandes intérpretes del momento. Las escenas en las que la tartamudez se pone de manifiesto son de una asombrosa naturalidad. De Geoffrey Rush sólo puedo decir que está excelente, tal y como demuestra en cada película en que aparece.
Tom Hooper es el director de esta historia llena de clase y estilo. Con una sencilla realización y localizaciones interiores, da a conocer una visión cercana y distinta de la monarquía británica. No hay mayor impotencia para un líder que no poder llevar la voz cantante a través de un micrófono encendido. Exquisita.
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