Si algo ha funcionado bien la primera vez, ¿por qué cambiarlo? Esta es la conclusión a la que debieron llegar Harry Bradbeer y su equipo cuando se dispusieron a poner en marcha la segunda parte de Enola Holmes (2018), uno de los acercamientos más simpáticos que hemos podido disfrutar en los últimos años en torno al imaginario de Arthur Conan Doyle y el inmortal Sherlock Holmes. Ya en su génesis, Nancy Springer (autora de las novelas de Enola Holmes) tenía como objetivo ofrecer una mirada diferente, mucho más accesible y enfocada a un público juvenil, sobre el histórico personaje. ¿Cómo? A través de las vivencias de su hermana pequeña, detective de ingenio equiparable al del famoso investigador y tremendamente feminista en un contexto en el que ser mujer te condenaba a vivir a la sombra y renunciar a tus aspiraciones.

¿Y cómo no explotar a un personaje así en un momento en el que reclamamos protagónicos femeninos con carisma que sirvan de modelos para las generaciones actuales y futuras? Así, tras la buena acogida de la primera entrega, solo era cuestión de tiempo que Millie Bobby Brown retomara su papel como la audaz detective y se pusiera manos a la obra con un nuevo caso. A diferencia de lo que ocurría en la primera parte, Enola Holmes 2 no adapta per se ninguno de los libros de Springer, sino que juega con los elementos de los mismos para construir a partir de ellos una secuela directa del filme de 2018. De esta manera la película busca fluir de forma más o menos orgánica, que haya continuidad (y evolución) en el relato y evitar caer en el carácter episódico habitual en este tipo de productos, lo que en una serie, por ejemplo, llamaríamos «el caso de la semana».

A este respecto hay que ponderar el trabajo de Jack Thorne, que supera tramas cerradas como la referente a Mycroft y sabe recomponer los asuntos correspondientes a personajes como Sherlock (Henry Cavill) o el joven Tewkesbury (Louis Partridge) a favor de obra, saliendo especialmente reforzado el primero en sus interacciones con Enola. En su debe (y en el de la película en general), sin embargo, encontramos un relato que nos resulta excesivamente familiar. Si algo funciona, para qué cambiarlo, ¿no? Pero una cosa es no querer cambiar lo que funciona y otra es calcar la estructura ya conocida, arrastrando consigo también a personajes como Lestrade (Adeel Akhtar) o Eudoria (Helena Bonham Carter), que piden ya un descanso. Así, por más que haya matices aquí o allá o que se lancen guiños cómplices que enlacen con el imaginario de Sherlock Holmes, la excesiva familiaridad de la trama y sus distintas etapas juegan en contra de la experiencia.

¿Funciona? Sí, por supuesto. Pero los hitos de Enola Holmes se repiten con descaro en esta segunda entrega, de manera que no resulta complicado prever lo que va a suceder en la siguiente escena. Esta pérdida de sorpresa y tensión revierte en que nuestra actitud respecto al visionado sea más pasiva, por más que Enola siga llamando nuestra atención rompiendo la cuarta pared o que se «corrompa» la linealidad mediante el recurso de las analepsis y prolepsis (los anglosajones flashback y flashforward).

En definitiva, si Lionsgate y Netflix pretenden seguir sacando rédito de la franquicia, Enola Holmes 2 debe suponer un punto de inflexión, pues los síntomas de agotamiento ya empiezan a estar presentes. Al igual que su personaje protagonista, la franquicia debe huir de la complacencia y seguir su propio camino.