La vida es posible que se resuma en una noche y en un vacío y monótono hotel de Cincinnati. Dos almas en pena perdidas, como estaban Bob y Charlotte en Tokio en Lost in traslation. También Michael Stone, el protagonista de esta historia, se encuentra en esa tesitura. En medio de la monotonía más ahogadora, dentro del sistema que sólo mira para adelante y que necesita de charlas y manuales de autoayuda como el que firma Stone. Las voces de los demás son iguales, bien sean hombres o mujeres. Y todos tienen el mismo rostro. Todo es similar menos una voz: un tímido y dulce tono se asoma entre todo lo demás. La propietaria de tal timbre es Lisa, una joven también perdida y con una grave falta de autoestima. La trama firmada se narra mediante animación pero emanando más significado que muchos melodramas al uso. Bonita paradoja que Michael se gane la vida dando charlas de motivación, cuando por dentro está completamente nulo en lo que respecta a emociones. Y todo desde un frío e impersonal hotel, asomando sencillez e ironía de forma aplastante.
David Thewis (El profesor Lupin de la saga Harry Potter) pone su acento inglés en Michael, mientras que Jennifer Jason Leigh en estado de gracia, y más este año donde Tarantino la ha reclutado para ser integrante de los Odiosos Ocho, hace lo propio con la Lisa que da título a la cinta, entonando con una ternura asombrosa el “Girls just wanna have fun” de Cindy Lauper. El resto del voces del elenco son (es) la del actor Tom Noonan, aparecido en Synecdoche, New York, la ópera prima de Kaufman donde ya contó con Jason Leigh.
Es paradójico que con tanta llaneza sea tan potente su contenido. Kaufman ahonda dentro de la sensibilidad humana con una apabullante precisión. Tanta que apunta al corazón y muestra la soledad, humana también. Tanto que asusta. Como el amor o el sexo, tan primarios que tampoco son perfectos, como lo plasma el también guionista mediante el stop-motion. Vaya forma de mostrar la fragilidad, en seres perdidos que buscan incesantemente la perfección. Pero en la vida hay parones duros a los que hay que plantar cara. Porque lo que le sucede a Anomalisa se resume en una expresión: duelo en el día a día. Por eso se deja de adornos y excesos a la hora de explayar la trama: presenta a dos almas en pena en interna lucha, perdidos entre la multitud monótona que avanza sin prestar atención a lo que nos pasa por dentro. Anomalisa, tan necesaria como demoledora. Qué gran molde ha usado Kaufman para enlatar tanto.
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