¿Quiénes mejor que los Coen para desmontar el glamour hollywoodiense y destapar la paletada que se esconde frente a la supuesta finura? Su estilo punzante venía más que acorde para semejante argumento. Han vuelto con el halo rocambolesco de sus comedias y no con la frialdad de sus dramas. Abrieron hace unos días en la Berlinale con su nuevo prodigio: esta vez tocaba comedia. Tras presentar el dramón de A propósito de Llewyn Davis, bien con su humor ácido, que bien ya saben sus fans que no se posa en la ligereza. Con Llewyn compitieron en Cannes, donde en la pasada edición fueron presidentes del jurado. Ahora con semejante contexto no podía haber cinta más adecuada para abrir la última Berlinale.
¡Ave, César! entra en el meollo de la industria hollywoodiense en los años 50. Es decir, la década del star system, de las celebrities con glamour, de los musicales, de las sonrisas y del gozo de la buena salud de la industria. Es un Hollywood ficticio pero con reminiscencias a la auténtica meca del cine. Josh Brolin deambula cual alto cargo que debe solucionar marrones en su empresa, En su caso se trata de la factoría de cine en los años cincuenta. Los hermanos presentan su trama desde una jornada de este personaje, Eddie Mannix, (que por cierto, sí que existió) un mediador entre varios frentes abiertos dentro del negocio: religión, guionistas, periodistas, realizadores y actores en varios modos: probando con nuevos registros, escondiendo secretos, cantarines y hasta secuestrados.
El elenco actoral, algunos ya asiduos en la filmografía de los autores, parodia a estrellas de la época dorada. El eje central es Mannix, que merodea y soluciona percances de todo tipo para que la salud de la industria se mantenga. Los hermanos de Minnesota ofrecen con su última obra un gran homenaje además de mordaz crítica a Hollywood. Hablan de mucho y a la vez de poco. Ese es el pero de su sátira. Paradójicamente, eso de lo que nos quieren enseñar: la vacuidad de un emporio que vive de exhibir su -carente-inmensidad. Y eso gracias a unos actores necios, caprichosos, estereotipados. Al fin y al cabo, los cimientos de la gran fábrica del séptimo arte se mantienen por una sarta de paletos y paletas provenientes de varios puntos geográficos de Estados Unidos. Sobre una trabajada ironía se visiona las reuniones sindicales de guionistas, que escriben guiones para directores meticulosos, que deben aguantar a estrellas que no saben actuar o que son tontos pero que son la carnaza para la prensa amarilla. Eso pasando por los invisibles como los montadores. Y desfilando por la farsa pasan George Clooney, Scarlett Johansson, Ralph Fiennes, Alden Ehrenheich, Tilda Swinton, Channing Tatum, Jonah Hill o Frances McDormand. Dada la coralidad, la cinta deja la sensación de que podían haber dado más, lo que no quita que de todos se vislumbre un homenaje a personalidades emblemáticas de aquellos años.
Muy superior a Crueldad intolerable y con la acidez de Quemar después de leer (en la cúspide se mantiene intacto El Nota), ¡Ave César! es facilona y parece que Joel y Ethan están en ese momento de su trayectoria que su precisión afloje. Puede ser, pero la película, o esa sucesión de sketches con estrellas de renombre, es disfrutable y con algunos momentos de carcajada, y ellos se pueden permitir analizar la vida de los grandes estudios. Así que el veredicto está hecho: pulgares hacia arriba.
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