Dune

Dune: Un blockbuster para Arrakis

Tras dejarnos algo fríos con la inesperada e innecesaria secuela de Blade Runner (aunque no sea una opinión compartida por el resto de la redacción), Denis Villeneuve se embarcaba en otro proyecto de dimensiones colosales sobre el que volvían a posarse los afilados cuchillos de la crítica y el fandom. El canadiense se atrevía nada menos que con Dune, una de las novelas -si no la que más- capitales de la ciencia ficción y uno de los proyectos que más dolores de cabeza han causado al mundo del cine (que se lo digan a David Lynch o Alejandro Jodorowsky). Y si con eso no fuera suficiente, el que fuera nominado al Oscar a mejor dirección por La llegada (2016) se ha puesto a merced del público. Será este, según apoye o no el filme, el que decida si Villeneuve puede completar o no su interpretación de Dune.

 

Oscar Isaac y Rebecca Ferguson

 

Nada más empezar, la película ya nos avisa de lo que nos espera. Dune: Primera Parte. Villeneuve (junto a Jon Spaihts y Eric Roth como co-guionistas) ha planteado esta fantasía de ciencia ficción en dos partes; en dos partes enormes que tienen como objetivo codearse con las grandes epopeyas del fantástico como Star Wars o El Señor de los Anillos. Porque por mucho que se quiera vender que Dune es una película de autor o que es el anti-blockbuster, nada más lejos de la realidad. El sello de Villeneuve (sobre todo a nivel visual) está muy presente, pero la película conoce muy bien los códigos del relato de aventuras que es y lo explota: desde la omnipresente música de Hans Zimmer que subraya todo lo que sucede en pantalla, a una narración que reitera una y otra vez sus puntos claves para que nadie se pierda o unas caracterizaciones que dejan meridianamente claro quién es bueno y quién es malo. No en vano, Dune fue una influencia capital para la concepción de Star Wars y esta, a su vez, ha sido también acicate para que Denis Villeneuve se lanzara a los paisajes desérticos de Arrakis.

 

En cierta manera las ambiciones de Dune son similares a las de La llegada, filme que partía también con la etiqueta de blockbuster de autor pero que no le impidió superar los 200 millones de dólares de recaudación global. Bien es cierto que la historia de Paul Atreides es más accesible. Por mucho que las tramas palaciegas y de carácter político al más puro estilo Juego de Tronos (otra obra influenciada por la novela de Frank Herbert) estén muy presentes o intrincadas cuestiones teológicas y mesiánicas adornen el viaje del protagonista, Dune se rige por los tropos del camino del héroe. Es decir, en el fondo el relato es común al de otras tantas historias y, como digo, resulta muy accesible al público. Lo que le da valor a esta aproximación a Dune sobre otros títulos (no solo del género) es la identidad que le otorga su director. De ahí la etiqueta de blockbuster de autor: la película es muy reconocible según los criterios e intenciones por las que se mueve su director (como cuando vemos un filme de Quentin Tarantino o Woody Allen, por citar dos ejemplos paradigmáticos y actuales), pero al mismo tiempo juega según los esquemas de los grandes productos de Hollywood.

 

Timothée Chalamet

 

Villeneuve encara Dune con calma. Ya no solo porque aún reste toda una película para concluir su adaptación, sino porque esta Parte Uno arranca también de manera reposada. Aún simplificando la densidad de la novela original, sigue habiendo muchos personajes y conceptos que presentar, de ahí que el director le dedique un largo prólogo a su epopeya. El director es consciente de que no todo aquel que se acerque a su película conoce la obra de Herbert (error en el que, por ejemplo, sí cae el cómic publicado por Norma Editorial, dando por hecho que todos conocemos el original). El ritmo pausado, sin embargo, no es óbice para el disfrute del filme, que resulta muy interesante desde los primeros momentos. A todo el mundo le gusta un buen relato donde el drama y la traición están a la orden del día y Dune tiene ambos a montones. Sí se le puede achacar cierto maniqueísmo a determinados personajes (ahí está el trío de mentores del joven Atreides, encarnado por Oscar Isaac, Jason Momoa y Josh Brolin), pues no dejan de ser herramientas al servicio de la trama y del desarrollo (ya sea mediante el conflicto o el apoyo) de las grandes estrellas de la función: Paul Atreides y su madre, Lady Jessica, interpretados desde una intensidad no siempre contenida de Timothée Chalamet y Rebecca Ferguson. Dune -al menos esta primera parte- son ellos.

 

Concebida casi como uno de los episodios de Star Wars (una trama concreta que se cierra con los créditos finales, pero contenedora de otra más grande que seguirá su curso más allá y un desenlace semiabierto cargado de promesas), Dune sabe que unos de sus atractivos radica también en la espectacularidad de sus secuencias de acción. No faltan las naves espaciales, los poderosísimos monstruos o las batallas entre ejércitos enemigos. Esparcidas a lo largo de todo el metraje, parecen menos secuencias de las que realmente son. El cineasta las raciona para que no distraigan del relato que quiere contar y casi siempre funciona. Quizás el clímax llega demasiado pronto y el duelo final resulta un tanto descafeinado, pero en conjunto la cinta está bien equilibrada y aún nos queda por saber cómo funcionaría en un visionado completo con la futura segunda parte.

 

Que llegemos a ver Dune: Parte Dos dependerá, en buena medida, del montante que sea capaz de conseguir este primer capítulo.

 

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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