Ante semejantes parentescos parece que la directora de 48 años ha sabido impregnarse bien del talento que le rodea al presentarnos una obra que, lejos de parecer profundamente ñoña o sensiblera, resulta ser una experiencia reconfortante, que habla de la vida mezclando ironía, humor y fuerza emotiva. En definitiva, retrata de forma original la complejidad de las muchas vidas que se ocultan detrás de una sola persona.
Pippa (Robin Wright) lo tiene todo: un marido con éxito (Alan Arkin), 30 años mayor que ella, dos hijos crecidos, amigos y bienestar. Pero un día, los recuerdos juveniles rompen esta armonía y comienza a revisar su vida para hallarse a sí misma. Una crisis de identidad incentivada por la aparición en el barrio de un joven y muy tatuado Keanu Reeves.
Sin duda se trata de la historia de una mujer excepcional con un turbio pasado que interpreta una más que sobresaliente Robin Wright. Muchos son los que opinan que se trata de una actriz infravalorada, y tienen razón, y sino sólo hay que verla en un papel con multitud de capas emocionales que Wright saca a la luz a la perfección. Y aunque la actriz nominada a un Globo de Oro por Forrest Gump es quien nos guía a través de la historia presente y los flashbacks que desentrañan su pasado, es necesario hacer mención de los personajes secundarios que completan el mundo de Pippa Lee.
Encabezados por Alan Arkin (que ya nos hizo reír en la brillante Little Miss Sunshine y por la que recogió un Oscar), los secundarios no hacen sombra a nuestra protagonista, aunque protagonizan algunos de los momentos brillantes del film y su aportación es fundamental para hacer evolucionar la vida de Pippa, un arco bien definido que parte de un principio mojigato hacia un final… bueno, predecible, pero satisfactorio.
Junto con Arkin, la siguiente estrella que más brilla en el universo de Pippa es Maria Bello, y no precisamente por su carisma, sino por interpretar de manera magistral a su madre, adicta a las anfetaminas y medio loca que transformó su infancia y sus experiencias adolescentes, reflejadas a través de los ojos de Blake Lively, reconocida por su personaje Serena van der Woodsen en Gossip Girl.
Esta lista se completa con otras caras conocidas como Julianne Moore, Winona Ryder, Mike Binder, Zoe Kazan y Ryan McDonald; que acompañan a Pippa en diferentes fragmentos de su vida marcándola para siempre. Pero por supuesto, quien destaca entre todas estas caras, y no por su interpreatción, sino por su cara bonita es Keanu Reeves, que interpreta al joven y tatuado – horrorosamente – vecino que trastoca la tranquila vida de Pippa. El chico no es que lo borde (como nunca lo ha hecho) pero hace más creíble que una mujer como Pippa quede prendada de él.
En definitiva, una película que no sólo te llega, te hace reír y llorar, sino que sabe entrelazar los cambios emocionales con una narrativa fresca y unos personajes que son algo más que bustos parlantes. No os la perdáis.
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