Cuando uno estrena una película, como con cualquier cosa de la vida, es muy importante saber cuándo, cómo y por qué hacerlo. Me explico: cabe la posibilidad de que te miren mal si te tiras un sonorosísimo pedo (de esos en los que las nalgas acaban aplaudiendo) en pleno funeral de tu tía-abuela. Por eso es importante saber que ése no era el momento (el cuándo), no deberías haber levantado una pierna para dejarlo salir (el cómo), ni se te debería haber ocurrido hacerlo como una manera de presentar tus respetos a la difunta (el por qué). Muy al contrario que en mi ejemplo, la gente que nos trae ahora Réplicas ha sabido muy bien seleccionar el momento (antes de que el buen tiempo nos arroje a la calle), las maneras (en las plataformas Movistar+, Vodafone TV, iTunes, Google Play, Filmin y Rakuten TV… sin pasar por el cine) y la razón (porque todos tenemos derecho a ver a Keanu Reeves sobreviviendo a esta clase de rodajes).
Muy al contrario de lo que pasó el pasado mes de enero en Estados Unidos, cuando la película se estrenó cuando aún lo andaban petando bombazos como Aquaman o Spider-Man: Un Nuevo Universo, seguían funcionando a medio gas producciones como La Venganza de Mary Poppins o Bumblebee y servían de alternativa cintas en la carrera de los Oscars como Bohemian Rhapsody o El Vicio del Poder (por mencionar sólo algunas de las muchas que se situaron por encima de ésta en la taquilla de ese fin de semana). Esto nos hace pensar que igual lanzarse en más de dos mil salas no había sido la mejor idea (ahí tenemos lo del cuándo y el cómo) y nos hace preguntarnos también por qué la gente de Entertainment Studios no echó el freno y le buscó una salida digna a través de las plataformas digitales, hogar para todas las producciones por las que no pagarías un duro, pero que te arreglan un fin de semana de depresión y soledad en casa.
Saber cómo había funcionado en Estados Unidos y escuchar las risas y chanzas del resto del equipo de esta revista cuando me decidí embarcar en la aventura de ver este filme han sido dos puntos que me han ayudado sobremanera a la hora de disfrutarlo en toda su extensión. Cuando lo comencé a reproducir, nada más llegar de la oficina y con la modorra de media tarde, me esperaba tal enorme montón de estiércol que al final hasta me divertí con ella. El problema ha sido que me he tenido que reseñarla deprisa, porque cuanto más tiempo dejo que madure en mi cabeza peor envejece y voy a terminar odiando cada uno de sus malditos 107 minutos de metraje (se me antojaron más, va en serio).
Más allá de los chistes y las risas, lo cierto es que la película parte de una premisa interesante: investigación para trasladar la mente de una persona muerta (o moribunda) a un ser cibernético o, en un alarde de magia-potagia, a un clon de uno mismo que no esté a punto de doblar la servilleta. Desde muy pronto en la película se nos plantea el debate ético que subyace a esto (clonación, supuesta inmortalidad…) y lo cierto es que por más películas que hagan del tema, no parece que aún se hayan agotado las perspectivas desde las que abordarlo. Los problemas (y creo que por eso en el fondo adoro este filme) son que la cinta no sabe mantenerse en un único estilo, presenta unos giros absurdos, tiene unas actuaciones del nivel de Sharknado (igual estoy exagerando) y tiene algunos agujeros de guión que rivalizan con mis lagunas en conocimiento cinematográfico.
Pero hay varias cosas que me hacen aplaudir a esta cinta. Por un lado está el amigo del protagonista: un nerdy clásico del que Reeves abusa con alegría y desenfreno (que si roba para mí este equipamiento millonario, que si entierra a mi familia que ya huele…) y al que, cuando en un (nada) sorprendente giro de guión traiciona al inexpresivo doctor Frankenstein, todos acabamos apoyando. Y es que ahí está la otra cosa. Desde que nuestro protagonista tiene éxito (bueno, más o menos) nos tiramos toda la película esperando que a los clones de su mujer e hijos (a los que ha borrado parte de la memoria porque sí, porque puede y le mola) se les vaya la pinza y nos sirvan picadillo de neurocientífico al ajillo. Y la verdad es que la película habría tenido gran interés así. Pero ni con esas. Los personajes interpretados por Alice Eve (Star Trek: En la Oscuridad), Emjay Anthony (El Libro de la Selva) y Emily Alyn Lind (la serie Revenge) están ahí porque así las habitaciones parecen menos vacías. Se les oculta su condición de clones y les parece bien. Descubren que son clones (a los diez minutos) y también bien. Son las cosas de papá. A él le van esos rollos.
Pero, ¿y el robot? ¿Es que nadie ha pensado en el robot? Los guionistas sí. Y le reservan un final de fiesta tan loco como mal animado (nota mental, si no tienes pasta no hagas alardes… o por lo menos no te tomes en serio) que remata con un cierre para la película que ha producido una semana de estreñimiento al cerrarme el culo desde dentro. Réplicas es un producto chunguísimo que hace bien en ahorrarse el paso por los cines. Pero es una película perfecta para pasar el rato mientras en la calle llueve… o la gente tiene vida.
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