Una de las propuestas más llamativas del último Festival de Toronto ha sido el debut de la oscarizada Brie Larson en la dirección con una pequeña película llamada Unicorn Store que ella misma protagoniza junto a Samuel L. Jackson entre otros. La cinta narra la historia de una joven que, en la frontera de los treinta, tiene que volver a casa de sus padres donde recibirá una carta que le promete cumplir sus sueños infantiles.

La película se presenta como una comedia más sobre la madurez con un toque de cine fantástico, un planteamiento extraño pero, en un principio, digerible. Larson plantea su película bajo el humor propio de una sitcom americana: personajes excéntricos, diálogos rápidos, personajes tipo, referencias culturales y todo girando alrededor de una fracasada. El elemento fantástico lo introduce como metáfora y, cuando no se ve, funciona pero al aparecer en pantalla resulta muy desconcertante pese a que Larson no tiene sentido alguno del ridículo.

Allí donde la vemos es una mujer muy cursi, su película es demasiado dulce, aunque esté contando algo humillante, le falta rabia, cinismo y humor negro que son suplidos por las toneladas de gliter que lleva la producción. Si que es cierto que la purpurina nos regala el mejor momento de todo el metraje (una improvisada escena musical), pero hay momentos para todo ya que la película está un poco desfasada en tempos y quince minutos menos se hubieran notado y agradecido mucho. Si que es cierto que la dirección de actores es excelente y no hay ninguno desfasado, aunque Samuel L. Jackson canse un poco, y quizás sea lo más memorable de la película junto a ella misma que resulta encantadora.

En definitva Unicorn Store es una olvidable exploración, llena de inexplicables e injustificables excesos. Una cinta muy naif y pequeña pero llena de sinceridad y libertad. En noventa minutos, Brie Larson nos muestra su visión del mundo, la infancia y la vida adulta, que lo haya hecho bien o no es otro asunto pero es indiscutible que es una mujer llena de sentido del humor, fantasía y un necesario punto de inmadurez.