En Un toque de violencia, Jia Zhang-ke dividía su historia en varios episodios para enseñar, bajo duros retazos, la situación de China. Con Mountains may depart presenta el proceso de modernización del gigante asiático, poniendo atención más en sus sombras que en sus luces. La banda sonora ya sugiere mucho, demasiado quizás con el tema que escoge para arrancar este drama: Go west de Pet Shop Boys, que marca la ironía desde el principio, y es hacia donde mira esta historia (y con la misma pieza concluirá). La música de fondo será igual de bella en todo el discurso narrativo, que el cineasta divide en tres capítulos transcurridos en diferentes años.
El primero es en 1999, en el que nos muestra un país que está emergiendo, con los jóvenes viviendo el inicio de una etapa de apogeo y con ilusiones que promete el país. En la historia conocemos a tres amigos, una chica y dos chicos que forman un triángulo amoroso en el que ella se acabará decidiendo por uno de los dos. Jia Zhang-ke evoca la situación de esos años, con las clases sociales dibujándose en el país que mira hacia el progreso en un largo prólogo –será por ello el uso del formato en 4:3- en el que los títulos de crédito aparecerán antes del siguiente episodio.
La segunda parte se centra en 2014, el presente. Han pasado quince años. Ahora esa pareja que se formó tiene un hijo. El tercero en discordia vuelve, también casado y con otro pequeño. La nación se divide entre las tradiciones y la mirada hacia el futuro, en lo que para los habitantes del país es un claro choque donde no hay posibilidad de estar en medio. De ahí se llega a un futuro lejano de Asia, concretamente Sídney, donde parece que el inminente futuro ha hecho sus estragos, donde los avances han hecho que los jóvenes vivan inmersos en un mundo sin pasado o raíces.
La fuerza radica en la mirada de melancolía y desamparo que plantea, algo que aumenta con la actuación de la actriz Tao Zhao, que es a la vez la que debe decidir, la que planta cara a las tristezas o la que mira hacia tiempos pasados. Ella está soberbia interpretando las tres etapas de esta mujer.
En Cannes muchos consideraban esta pieza como la merecedora de la Palma de Oro. En el palmarés final no salió condecorada en ningún apartado, pero no le resta un ápice de belleza y destreza al cineasta. Mountains may depart es una bella y necesaria historia de atención sobre el capitalismo, pese a que ésta peque de exagerada en ciertos puntos (el nombre escogido para el hijo de la pareja es “Dollar”). Alegre en unos ratos, triste en otros, es ante todo emoción pura, que desemboca en un final tan desolador en cualquiera de las posturas como bello. Rebosante de melancolía en sus 130 minutos que culminan, por supuesto, mirando a tiempos pasados.
The Great