«¿Esto no lo tenían investigado?«
Sorprendente, interesante y puede que polémico final para Route End. El manga de Kaiji Nakagawa que publica Norma Editorial trata de cerrar todas las tramas abiertas en un potente último tomo que contiene más de ese minucioso análisis que hace el autor de todas las partes que rodean al asesinato, pero que también encierra un cierto tinte sobrenatural que puede resultar un tanto desconcertante para los lectores poco acostumbrados a la viñeta nipona y sus giros metafísicos. No empaña esto, a mi entender, ni un ápice una obra por lo demás portentosa, pero no podía sino mencionarlo.
Pero vayamos por partes. Nakagawa va rápido al tema y nos revela en el primer capítulo una verdad que permanecía oculta desde el principio de la historia y que comenzaba a vislumbrarse al final del tomo anterior. Con este descubrimiento el autor se permite, por fin, analizar la figura del psicópata, sus motivaciones y anhelos y las consecuencias de los mismos sobre mentes más débiles. También reflexiona sobre la dificultad de que todo salga como estamos acostumbrados a que ocurra en las series policíacas de la televisión. A veces el asesino es más listo que la policía, o más rápido… o tiene más suerte. ¿Qué ocurre entonces con aquellos que buscan justicia? ¿Cómo han de sentirse? ¿Cómo se maneja esa frustración?
«Cualquier escala de valores se puede alterar libremente…«
Escribe Nakagawa, además, una interesantísima reflexión acerca de lo cerca (o lejos) que estamos todos del suicidio. A veces basta un simple empujón para que la persona que menos lo parece cometa este crimen contra uno mismo y otras veces quien más cerca vemos de la muerte es, precisamente, la persona que jamás sufrirá esta tenebrosa tentación. Si nos releemos Route End #7 ya veremos como allí hay una pequeña pista sobre esta manera de ver la este asunto, pero en este volumen el mangaka plasma un par de diálogos que merecen un par de lecturas y una buena reflexión. Es, por otra parte, a través de ellos que podemos comprender mejor los diferentes caracteres de Taji y Masato, así como el hilo invisible que conecta a todas las víctimas de END.
En cuanto a la parte polémica (y me vais a tener que perdonar los spoilers a partir de aquí), pienso que Nakagawa en ningún momento sintió que el personaje de los mellizos fuera nada más que una herramienta para canalizar las historias de el/los asesinos que dan forma a la trama. Del mismo modo, una vez contada la historia y el trasfondo del verdadero psicópata, el autor deja claro que no es su intención hacer de esta historia un thriller a lo Monster o El Fugitivo. Teniendo todo esto en cuenta, transformar a este personaje múltiple en una entidad superior se convierte en una manera de enfrentar al villano contra una justicia más allá de la humana, que claramente jamás será capaz de atraparle. Es frente a este ‘dios’ ante el que el asesino revela por fin su ausencia de empatía y sentimientos y la resolución que vemos a partir de eso podría ser un reflejo de la futilidad de todos sus esfuerzos para no ser descubierto ante la innegable levedad del ser.
Deja un comentario: