Ya desde el principio queda patente el sesgo ideológico de la cinta. Liman dirigió los anuncios televisivos para Barack Obama en 2008 así como todo el material audiovisual del aspirante demócrata Howard Dean en 2000. Por su parte, el compromiso social de Sean Penn es de sobra conocido por todos, dentro y fuera de la pantalla. Que no extrañe entonces que la administración americana tome el papel de villano y no haya un solo funcionario que la deje en buen lugar. Ahora bien, el hecho de haber podido contar con el asesoramiento e implicación de Valerie Plame y Joe Wilson da al filme cierto margen de credibilidad. Y si además sus versiones cinematográficas están encarnadas por Naomi Watts y Sean Penn, pocas pegas se le puede encontrar a Caza a la espía -a priori- para no darle una oportunidad.
La presencia de Watts y Penn otorga a los proyectos en que participan un mayor atractivo. Si están los dos juntos, más aún. La química entre ellos es extraordinaria, hasta el punto de que con Caza a la espía, ya son tres las veces en que han compartido cartel tras 21 gramos (que valió a la australiana la nominación al Oscar) y El asesinato de Richard Nixon (otro film con un marcado carácter político). Todo un seguro de vida que queda patente en esta cinta. Lo que en manos de otros intérpretes habría sido carne de telefilme (y alguna de las escenas familiares se empeña en reforzar esa impresión), con Sean y Naomi cobra gran fuerza emocional y honestidad.
La elección de la pareja protagonista resulta fundamental, pues la película, a pesar de la trama política, hace mucho hincapié en las consecuencias personales en la vida familiar de la espía y su marido: las dificultades de la pareja, la relación con las amistades, el trato con los medios, los problemas laborales…
No por ello, la parte del film que se refiere a la guerra de Irak en sí queda minusvalorada. Para añadir más poder en la crítica a la Casa Blanca se van intercalando imágenes con declaraciones de altos cargos del gobierno Bush que abogan por la invasión y contradicen los hechos de los que somos testigos a lo largo del metraje, hechos que ponen de manifiesto el juego sucio de la Administración para justificar la guerra.
Caza a la espía goza de un ritmo narrativo muy atractivo, no se producen altibajos y, aunque realmente no aporta gran cosa (ni formal, narrativa o ideológicamente), resulta muy entretenida; sumado al placer de ver a Naomi Watts y Sean Penn compartiendo plano, la cinta es más que apetecible
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