Al director Patrick Lussier debe ser que le va lo oscuro y siniestro mezclado con gore. Títulos como San Valentín sangriento, Drácula 2000 y su secuela Drácula 2: Resurrección, así como Ángeles y demonios 3 y White noise 2: La luz, nos permiten hacernos una idea de sus preferencias. Furia ciega (Drive Angry), aunque a priori pudiéramos pensar que no tendría por qué estar relacionada con sus anteriores trabajos, no se salva. Pese a enfocarla como una comedia, Lussier no prescinde de muertos con asuntos pendientes, recaderos del diablo, sectas adoradoras de Satanás y sacrificios humanos.

El guión, poco trabajado, nos presenta a Nicolas Cage como protagonista vengador (proveniente del más allá) de la muerte de su hija cuya misión en la tierra consiste en aniquilar a sus locos y sectarios asesinos y recuperar a su nieta antes de que corra la misma suerte. Pero no estará solo. En su recorrido tendrá como compañera a una guapísima camarera (Amber Heard) a la que matar polis (todo porque no eliminen al bueno de Cage) y aporrear a los malos le parece lo mejor que ha hecho en la vida. Para darle algo de emoción a la trama se nos presenta al «contable» (William Fichtner), empleado del mismísimo diablo que intenta truncar de todas las maneras posibles los planes de Cage.

Los personajes principales de los que acabo de hablar no son ni mucho menos memorables, por no mencionar a los secundarios. Tampoco lo son las actuaciones, salvando la de Fitchner, cuyo personaje interpreta de la mejor manera posible y con el cual te echas más de una risa.

El 3D, en cambio, sí que me parece certero. Tratándose del género del que se trata, la mejor forma de sorprender al espectador no es si no arrojándole objetos que parezcan que van a estallar delante de su cara.

Pero en el fondo, aunque guión, personajes e interpretaciones no sean brillantes, tampoco es que importe demasiado cuando la película, en realidad, está hecha mal aposta emulando el cine de serie B. Sabiendo lo que te vas a encontrar, habrá gente que disfrutará con ella.