Mandy

Mandy: Quiero ser raro

Que los frikis dirijan películas es algo que ha hecho tanto bien como mal al cine, es decir, nos ha dado directores como Quentin Tarantino, Robert Rodríguez o Joss Whedon, pero también ha hecho que tengamos que aguantar a individuos como Panos Cosmatos cuyas tonterías son exhibidas y aplaudidas a lo largo y ancho de festivales de todo el mundo. Su última fechoría se llama Mandy y cuenta la historia de un matrimonio cuya idílica vida se ve alterada cuando una secta secuestra a ella y él saldrá en busca de venganza.

 

 

Lo que podría haber sido una película gore divertida, autoconsciente y estúpida, se convierte en un soporífero y eterno viaje debido a que su director se cree que está haciendo poesía durante todo el metraje. Mandy es una de esas obras post Winding Refn que se piensan que una fotografía es mejor cuando está plagada de neones y es acompañada por música electrónica de carácter astral. Esto se ha convertido en una escusa para muchos cineastas sin ideas, ya que decoran sus vacías películas de esta forma y camuflan así todas sus carencias narrativas.

 

No hay nada de profundidad en la película de Cosmatos, su argumento es tan simple como un lapicero y, en vez de aprovecharse de ello, lo explota con una falsa inteligencia. La primera hora del film pretende ser un drama romántico con aires de ciencia ficción donde el director construye el romance de una forma lamentable e inverosímil: ella lee, él otro la abraza, ven programas frikis juntos… todo envuelto en una atmósfera apocalíptica que justificará la aparición de la secta y, en definitiva, el segundo acto de la película que es a lo que quiere llegar el director desde el minuto uno.

 

¿En qué consiste este segundo acto? En coger a la desfasada figura de Nicolas Cage, bañarle en ketchup, ponerle un arma en las manos y dejarle hacer una carnicería. Comprendiendo que hay toda una generación que admira la figura de Cage y disfruta del personaje que ha creado sobre su profesión debido a su estrambótica forma de actuar y los infames trabajos en los que se ha involucrado, se asume que siga trabajando o que un director como Cosmatos le contrate y se lo pasen bien juntos; de ahí a tener un espacio en festivales como Sundance y Cannes… hay un trecho.

 

 

Esta segunda hora, que podría tener su gracia si se hace con cierto tono humorístico, resulta totalmente mediocre e insoportable debido a la irritante interpretación de Nicolas Cage quien se limita a poner una cara excéntrica tras otra dando paso al aplauso de su horda de fans. Para colmo, durante este segundo acto, se suceden los ridículos plot twist que quieren contextualizar el universo en el que se ambienta la película, todo por la necesidad de aglutinar miles de ideas y ser el más original.

 

Lo único destacable de una rareza tan consciente como Mandy es esa gran actriz llamada Andrea Riseborough, todo lo demás es vacuo, superficial y bobo camuflado bajo una fea estética que pretende ser revolucionaria y llamar la atención cuando cualquier tuitero suba una captura. No vale nada, es un mucho ruido y pocas nueces importante que saca la peor parte de los festivales de cine a relucir.

Acerca de Alex Manzano

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Cine, arte y tebeos. Amarás el musical sobre todas las cosas. John Cameron Mitchel es mi dios. Si quieres encontrarme, busca en mi habitación. Si no, en cualquier rincón de Madrid.

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