«¡No tienes ni idea de dónde te estás metiendo!«

Pese a que Stephen Strange abandonó hace ya mucho tiempo la práctica de la medicina (salvo su breve escarceo con la profesión veterinaria que vimos entre las etapas de Jason Aaron y Mark Waid), sigue conservando el título de doctor no sólo por su sonoridad y la categoría que le confiere, sino por su voluntad de curar y su fidelidad a todos los principios que lleva aparejados consigo su antigua profesión. Es por ello que la actual saga (muy descriptivamente titulada Heraldo Supremo) pone a nuestro protagonista en una muy difícil situación. Tras los sucesos de Doctor Extraño #9 (#42), Extraño se encuentra atrapado en el plano místico con uno de los entes más poderosos del universo Marvel y con la necesidad de sacarlo de ahí antes de que ocurra cualquier barbaridad.

Porque sea en nuestro universo o en el que vive dominado por la magia, Galactus siempre seguirá dominado por su insaciable apetito. Y esto significa que la promesa que le hace Stephen en este número de buscarle un mundo que pueda saciarle mientras busca una salida para ambos que no implique desgarrar el tejido de la realidad entra en conflicto directo con los principios del Hechicero Supremo. Porque a Galactus sólo pueden saciarle mundos habitados. Y Stephen hizo hace décadas el juramento de proteger toda vida que no puede romper ahora en pos del mal menor. Mark Waid busca con este nuevo arco, más que enfrentar a nuestro protagonista con un ser prácticamente indestructible, ponerlo frente a sus principios más arraigados para ver hasta qué punto se sostienen. Será interesante leerlo si es capaz de llevar el argumento a sus últimas consecuencias, tal como parece querer sugerir la portada de este volumen.

«Tú eres un sanador, no un instrumento de muerte«

Pongo el condicional en el párrafo anterior porque hace ya algún tiempo que he dejado de esperar gran cosa de esta serie, que siempre parece prometer algo rompedor para luego deshacerse como las olas que rompen antes de llegar a la orilla. Desde la salida de Aaron, y con la excepción de la locura que leímos en Las Vegas y que (¡sorpresa!) escribiera Donny Cates, la serie es un continuo quiero y no puedo que lucha por mantener un mínimo de lectores mientras ofrece a su personaje al resto de colecciones de la Casa de las Ideas. Hace ya unos años que Doctor Extraño dejó de ser la serie sorprendente que nos prometieron y sólo un brusco giro en el timón (quizás de cara a la película de mayo de 2021) puede salvarla ahora de su regreso al olvido.

Doctor Extraño #10 (#43)

Lo dije en su día y lo repito: Mark Waid tiene ideas geniales y maneras muy interesantes de sacar a los personajes de sus zonas de confort, pero (ya sea por que se haya acomodado o porque Marvel le tenga atado en corto [lo que no sería de extrañar]) de un tiempo a esta parte no logra pasar de ahí, de la buena idea, para hacer cosas verdaderamente arriesgadas con las series que caen en sus manos. Dos veces en el último lustro he tratado de seguir una serie suya y las dos veces he terminado abandonándola por puro tedio o por la sensación constante de estar leyendo algo intrascendente. Si el problema está en la poltrona quizás Waid debería pasar una temporada alejado del cómic mainstream (¿alguien sabe qué tal marcha su Captain Kid para Aftershock?). Pero si la cosa está en la manera en que la editorial gestiona a sus autores la cosa es más preocupante. Brian Michael Bendis es el claro ejemplo de que no puedes sabotear constantemente la creatividad de un autor.