Con este Poder para el pueblo se inicia uno de los arcos más emocionantes -y peligrosos- para Spiderman; un arco que lleva ya un tiempo cociéndose a fuego lento en un segundo plano (desde que conocimos a la familia del fallecido Kraven) y que traerá auténticas joyas como Muda, quizás el mejor enfrentamiento que nunca hayan tanido Spidey y el Lagarto. Pero para esto aún queda. Ahora lo que tenemos son los primeros pasos de El desafío.
«¿Por qué siempre es culpa mía?«
Según el lado desde el que miremos, esto es un desafío (para Spiderman) o un juego antes de la caza (para las Kravinoff, madre e hija), pero cualquiera de los dos es igual de temible y sirve tanto para crear una de las tramas más apetecibles del trepamuros antes de que Dan Slott se hiciera con las riendas de la colección (en solitario), como para reivindicar a muchos de los enemigos clásicos dándoles un chute de poder.
(Este fue un buen día en comparación con lo que le espera en Poder para el pueblo)
Parte de la gracia (amenaza) de esta aventura que aquí comienza es ver cómo tipos como Electro o el Hombre de arena han sido «dopados» y presentan un reto capaz de hacer dudar a Peter de sus capacidades. Los contextos también ayudan, porque en este primer volumen (de cuatro) nuestro héroe ha de vérselas con personajes realmente desesperados. Y ya sabéis de lo que dicen de los animales heridos.
Así, el aumento de nivel no responde solo a las habilidades de los villanos, sino a su voluntad para quebrar a Spiderman antes de que frustre sus ambiciones, algunas de carácter muy personal. A este respecto destaca Max Dillon por ser quien abre la veda y porque sus acciones trascienden las máscaras y logran desestabilizar la cotidianidad de Parker y sus allegados con consecuencias a largo plazo. También resulta irónico que sea un tipo tan deleznable como Electro quien logre convertirse en un adalid de la clase trabajadora contra la corrupción de la esfera política y las grandes empresas. Pero en medio de un clima de frustración y rabia (la crisis económica de 2008) la gente está dispuesta a escuchar a cualquiera que alce la voz y señale sin ambages a los villanos del mundo real, esos que no necesitan trajes estrafalarios para arruinar miles de vidas por simple capricho. Curiosamente un tema también tratado hace nada por Spider-Gwen y que nos señala que casi 20 años después seguimos sufriendo los mismos.
Con todo, al final Electro es quien es y pronto se le cae la careta. Mucho artificio y mucho eslogan, pero el personaje plantea poco recorrido. Quienes sí gozan de una caracterización más compleja son el Hombre de arena y Rino. Cada uno con sus motivos, pero ambos logran que les veamos con otros ojos (lo que no significa necesariamente que les veamos siendo mejores… o sí). Si habéis seguido esta recopilación dentro de la línea Marvel Saga podréis imaginar cómo ha evolucionado Rino y en qué circunstancias aparece en estas páginas. Por su parte, el Hombre de arena recoge -según indica Julián Clemente en el texto que sirve de prólogo- algunas ideas de la versión encarnada por Thomas Haden Church, pero dándoles una vuelta de tuerca.
En ambos casos, estamos ante interesantes enfoques que darían para una mayor profundización por parte de sus autores. Lástima que no dejen de ser meras piezas del sádico juego de las Kravinoff, un juego que no ha hecho más que empezar.
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