Ansiábamos como agua de mayo el lanzamiento del segundo volumen de Ms. Marvel, la joven heroína de Jersey que llegaba dispuesta a conquistar unos cuantos corazones. Y vaya si lo ha logrado. Todo gracias a unas aventuras que recogen lo mejor de la esencia marvelita gracias a unos personajes carismáticos y unas tramas que les impiden olvidar tener los pies en el suelo, porque por mucho que tengan superpoderes el mundo real les afecta como a todos nosotros.

Ms. Marvel (al igual que Nova o Ultimate Spider-Man) se dirige a un público joven, quizás menos sumergido en el mundo del cómic (sin tantas lecturas a sus espaldas como los más veteranos) y que busca que le hablen de tú a tú de sus problemas y circunstancias: primeros amores, amigos de instituto, relación con los padres… Pero no por ello hay que hacerla de menos. Esa misma era la intención del primer Spiderman de Lee y Ditko, o la de su primigenia versión Ultimate con Bendis al frente, y nadie discute el valor de ambas. El punto fuerte de Ms. Marvel es, como en aquellas, que no restringe a sus lectores. Sí, tiene un público objetivo (¿qué obra no lo tiene?), pero resulta igualmente atractiva para otros targets.

Personalmente disfruto mucho de la Marvel más costumbrista, aquella que se centra en el drama de sus personajes, en su día a día una vez guardan sus capas y mallas en el armario. Esa que se se apoya en los pequeños detalles para dotar de vida a sus héroes y villanos y que logra que lleguemos a empatizar con ellos y comprender sus decisiones. Y eso es justo lo que hace G. Willow Wilson en las páginas de Ms. Marvel, aderezando su historia, además, con el punto justo de comedia.

Este segundo volumen sigue explorando las consecuencias de la transformación de la jovencísima Kamala Khan y la introduce de lleno en su universo, revelándole la verdad sobre sus orígenes y ampliando su campo de acción más allá de Jersey. Los inhumanos la reciben con los brazos abiertos, trayendo consigo un buen número de posibilidades que la guionista sabe aprovechar de una manera formidable.

Podemos dividir el libro en dos partes bien diferenciadas. Una primera dedicada a resolver el arco argumental iniciado en el primer tomo, con el Inventor como enemigo a batir y una trama que versa sobre unos adolescentes desaparecidos sin motivo aparente. En estos capítulos la guionista reflexiona acerca de la juventud actual y el papel que tienen (o tendrán) en el mundo. Se trata de una generación, la de muchos de nosotros y la siguiente, que ha tenido todas las facilidades en su mano y que, de la noche a la mañana, ha visto como sus aspiraciones se han visto truncadas sin siquiera haber tenido la opción de ir por ellas. La ya larga crisis ha supuesto un freno a unas generaciones a las que no se las ha tomado en serio. Unas generaciones “perdidas” que deben reivindicarse ante un entorno que no quiere apostar por ellas. Wilson refleja bien esta sensación de vacío e incertidumbre y convierte a Kamala Khan en el faro de una juventud dispuesta a luchar por reclamar su sitio.

Con el problema del Inventor resuelto, la acción toma un cariz más íntimo y pone el foco en asuntos más amorosos. El cómic no pierde el norte y olvida el género al que pertenece, las escenas con Kamala repartiendo estopa siguen estando muy presentes, pero la guionista decide profundizar un poco más en la figura de la adolescente y el conflicto entre las tradiciones y los deseos propios de la edad. Kamala aún debe aprender a encontrar el equilibrio entre sus orígenes y su entorno para convertirse en la persona que quiere ser. El camino hacia ello no puede presentarse más interesante. Seguiremos sus andanzas con expectación.