
La guionista G. Willow Wilson nos presenta a una Pamela Isley que antes eran dos, pero luego fue una. Que fue una diosa del verde ¿quizás un avatar como La Cosa del Pantano, Alec Holland? Pero ya no. Ahora está muriéndose y ha dejado tirada a Harley, pero aún la quiere… ¿qué sabemos de todo esto? Que en Batman vol. 3 #117 USA está la semilla que ha germinado en esta colección. Pero en el texto que sirve de prólogo no se referencias los antecedentes que nos sitúen y nos den la información necesaria para entrar y disfrutar de la aventura sin pasarnos dos capítulos intentando averiguar de qué va la vaina hasta que nos damos por vencidos y asumimos que hay cosas que nunca sabremos.
Hiedra Venenosa no es una primera espada. No conocemos su historia como la de Batman o Harley Quinn. El contexto es importante para superar los obstáculos de la puerta de entrada. Máxime cuando hablamos de un personaje que en los últimos años ha pasado de limitarse a la esfera gothamita (ya fuera como villana de la Bat-familia, o como aliada y amante de Quinn) a codearse con La Cosa del Pantano y todo el imaginario de ese rinconcito editorial que un día fuera el sello Vertigo. Y por muy buena que sea una serie -esta lo es- el público necesita que al principio se le den las herramientas indispensables para no sentirse sobrepasado y verse en la tesitura de dar un salto de fe o abandonar. Y cualquiera de las dos opciones es igual de lícita, porque vivimos en una sociedad llena de estímulos, en la que la competencia es feroz. Y entre la actitud del “vamos a darle una oportunidad a ver si me entero de algo” y optar por una serie que no requiera hacer una visita a la wiki de turno para tener su contexto, no serán pocas las personas las que se decantarán por la segunda opción.
Esta es una Hiedra que viene de sufrir un profundo trauma y el viaje que aquí inicia no se entiende sin el peso de sus decisiones (y acciones) recientes. ¿Contexto? Su papel fundamental en la saga Estado de Miedo… que deriva de su trágico papel en Héroes en crisis. En aquella saga falleció y fue resucitada, con el efecto colateral de ver su mente y cuerpo fragmentados en dos: la Pamela humana y un duplicado vegetal. Eventualmente, en Estado de Miedo ambas hiedras entran en conflicto, con la réplica vegetal llevando al extremo su lucha eco-terrorista. Por mediación de Harley ambas Hiedras se fusionan, pero por el camino (como nos explica Willow Wilson), los poderes inherentes al verde que tenía la Pamela vegetal han desaparecido. Y es ese sentimiento de pérdida lo que impulsa al personaje en este nuevo arranque.
Sin esa información, al lector le costará más empatizar con ella y comprenderla. A la larga sí, claro, porque el propio devenir de la narración nos impele a seguir adelante, ¿pero qué sentido tiene complicar las cosas sin necesidad?
«Creo que las alucinaciones están empeorando…»
La Hiedra de Willow Wilson es una villana por convicción, no porque el mundo la haya hecho así (bueno, un poco sí, pero como a todos). Su Hiedra no está aquí para lamentarse de que alguien la ha llevado donde está y que siempre ha querido ser una buena chica. Hiedra coge una furgoneta y tiene por objetivo erradicar a la raza humana cual Buster Casey (esta referencia es para nota). Y así habría sido si no tratásemos con un personaje que ya ha recorrido mucho y del que poco queda de villana convencional para sumergirse en el siempre interesante tono de los grises en el que (con mucha más determinación) se mueven las otras sirenas de Gotham: Harley y Selina. Pero es honesta y sabe que ella también debe pagar el precio. Sus ideales están por encima de todo, incluso de su amada.
Pero, como decíamos, tratamos con un personaje con cierto bagaje y de un universo comiquero en el que hay cosas que no pueden o deben llevarse al extremo (el negocio es el negocio) y resulta inevitable que el plan suicida de nuestra protagonista se tuerza por la presencia de una amenaza aún mayor (en estos casos siempre hay una amenaza mayor), recordándonos -insistimos- que Pam hace tiempo que no es una villana al uso. Pero dentro de los cauces previsibles en los que se mueve la estructura, la aventura funciona. La guionista cimienta bien las motivaciones de su personaje, que van adquiriendo o modificando matices según evoluciona también el escenario.
Hay mucho, aunque sorprendentemente no lo mencionen sus responsables en el texto de comentarios al final del tomo (en él hablan de tono, intenciones e inspiraciones), de La Cosa del Pantano. Parte de la «culpa» la tiene Marcio Takara y unas composiciones de página que evocan a la etapa del personaje que orquestaron Scott Snyder y Yanick Paquette hace ya más de una década. Takara y Willow Wilson conciben el mundo de Hiedra como un mundo salvaje, en el que el verde se abre camino con violencia, como fuerza natural que es. Juntado, además, con una protagonista movida por puras emciones (rabia, frustración, pena…) tenemos una aventura que apela a nuestros instintos y emociones primarias… lugar donde el terror se desenvuelve de maravilla. En otro contexto, fuera de continuidades, esta Hiedra habría protagonizado un auténtico relato de terror. En el que nos ocupa, obviamente, no lo es, pero se sirve de él para crear una atmósfera que, como decíamos, le es muy habitual a Alec Holland y el resto de personajes que han llevado el manto de La Cosa del Pantano. Una atmósfera que incluso podemos tocar. Ni que David Cronenberg hubiera pasado por la serie, hay un componente de body horror y una fisicidad que afecta a la propia Hiedra duele.
La dupla formada entre la guionista norteamericana y el dibujante brasileño es lo mejor que le ha pasado a Hiedra Venenosa en muchos años. Y eso debieron pensar en DC Comics antes de que la pareja concluyera su aventura (el plan inicial era una miniserie), puesto que El círculo virtuoso acaba con un deux ex machina bastante conveniente que se carga la gravedad con la que se había construido el relato hasta el momento, pero que sirve a su propósito de abrir la senda a la serie de largo recorrido que quiere ser Hiedra Venenosa.
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