Héroes en Crisis #2

Héroes en crisis: No cuela, Tom

Héroes en crisisSoy consciente de que este «evento» tiene muchos seguidores. Nuestro compañero RJ Prous es, de hecho, uno de sus grandes defensores. Lo siento mucho. No puedo recomendar el volumen publicado por ECC Ediciones. Tom King nos la ha vuelto a colar. El guionista es un agitador de pandereta. Promete mucho y luego no ofrece nada. Ya salí escaldado con el inicio de su Batman y vuelvo a caer en el engaño.

 

«Yo no digo estas cosas. No podemos decir estas cosas«

 

King es un autor que trabaja mejor con personajes alejados del foco principal. Ahí están sus afamados proyectos con Mr. Milagro o La Visión. Pero cuando sobre sus hombros descansa un primer espada editorial como Batman o ha de orquestar un evento, no le llega. Y lo digo como lo siento. Quizás el mayor problema (osadía) de Héroes en Crisis sea, precisamente, venderse como un evento editorial cuando, una vez leído, se revela como un capítulo más en la trayectoria de Flash (Wally West).

 

Para comprender la situación de Wally West hay que retroceder a Flashpoint y Renacimiento. En el primero, el evento que diera lugar a los nuevos 52, Wally fue borrado de la existencia (y, como consecuencia, también sus hijos). En el segundo se descubrió que había estado prisionero y que una misteriosa entidad responsable de la nueva realidad deceíta. Wally conseguía volver, no así su vida tal y como la conocía. Sería en las páginas de Titanes donde Flash se reincorporaría a la vida de superhéroe y sus amigos y aliados recuperarían sus recuerdos previos a Flashpoint. Por el camino, sin embargo, no volverían ni su matrimonio y sus hijos (pues «nunca» existieron). Y mientras que eventos como La Chapa o El reloj del Juicio Final arrojarían luz sobre la entidad que arruinó la vida de Flash y trastocó el universo DC, en Héroes en Crisis asistimos a la forma en que nuestro héroe digiere su tragedia.

 

Con apariciones estelares de la trinidad deceíta, Wally, Harley Quinn y Booster Gold son los protagonistas más carismáticos de un relato que está pensado para no remover demasiado. La historia arranca con la muerte de varios «héroes» que iban a un refugio llamado Santuario para hablar de sus problemas. Los muertos son todos personajes de segunda y tercera fila que no le importan a nadie salvo a sus creadores (los que sigan vivos). En paralelo se revela un secreto que tampoco tiene mayores consecuencias, se solventa con la lectura de un discurso. Las ambiciones iniciales se diluyen según se va desarrollando la trama.

 

Héroes en Crisis #8

Héroes en Crisis #8

 

King parece tener la pretensión de emular a Brad Meltzer y su Crisis de identidad en el sentido de abordar temas complejos aplicables al mundo real (en este caso la necesidad de ayuda para controlar la salud mental) desde una mirada intimista, alejada de la pirotecnia de las grandes batallas superheroicas y usando el thriller como motor que mueva el argumento. Las intenciones son muy atractivas, pero el guionista yerra en cada una de las decisiones que toma para lograr su objetivo.

 

El primero responde a la escala. Tal como está concebida la aventura, con Wally West como pieza central y con cadáveres anónimos por todas partes (ni los propios aliados son capaces de recordarles), Héroes en Crisis habría funcionado perfectamente como una saga dentro de la serie Titanes. En base a ese empaque editorial que se le ha querido dar, se ha incluido a la niña mimada de DC Comics, Harley Quinn, pero su peso real en la historia es escaso (así como su evolución dentro de la trama). Consecuencia de ambos factores, tenemos el tercer problema: la nula incidencia en el skyline deceíta. Si un evento pasa sin pena ni gloria y no deja huella en las colecciones potentes, es que algo no ha ido como debiera. El último, pero no menos importante problema, viene dado por la solución en sí del problema planteado. Descubierta la identidad del asesino, Tom King no elabora una explicación que sea coherente con la trayectoria del personaje y lleva a cabo un rocambolesco ejercicio de justificación que va en la dirección ya mencionada de «no molestar», de no interferir en las grandes líneas marcadas por la editorial.

 

Todo esto, sin embargo, podría haberse solucionado o bien no cargando las tintas en un personaje con tanto peso en la compañía o haber acotado la historia al entorno del mismo (en ambos casos se podrían haber sorteado las limitaciones editoriales). Así, la consecuencia para el lector es la de estar ante una obra que promete mucho, pero se enquista con prontitud. Un (otro más) quiero y no puedo de un Tom King al que, a día de hoy, se le siguen atragantando las propuestas más mediáticas.

Acerca de Daniel Lobato

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El padre de todos, pero como a Odín, se me suben constantemente a las barbas. Periodista de vocación cinéfila empecé en deportes (que tiene mucho de película) y ahora dejo semillitas en distintos medios online hablando de cine y cómics. También foteo de cuando en cuando y preparo proyectos audiovisuales.

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