Batman: Tiempo muerto

Batman. Tiempo muerto: Ratas a la carrera

Batman: Tiempo muertoECC Ediciones recopila en un volumen en cartoné la miniserie Batman: Tiempo muerto, relato protagonizado por un primerizo Caballero Oscuro (aquí Gordon le lleva por primera vez al Asilo Arkham) en el que Tom King y David Marquez juegan con la altivez y credulidad de sus personajes. Porque Batman: Tiempo muerto habla de dos cosas: de lo absurdas que son las historias de superhéroes y de nuestra ingenuidad, tanto como individuos, como sociedad.

 

«Te falta poco para ser muy bueno, pero aún no lo eres«

 

Ambos temas, además están íntimamente relacionados, al menos en lo que respecta a los personajes. Los autores dan un empaque de seriedad y crudeza a una historia que se resume en el título del post, que a su vez referencia a una comedia hollywoodiense de 2001. En cualquier otro contexto, la historia aquí contada sería carne de comedia y disparatados gags. Y es que tanto en el filme (que es una reimaginación no declarada del clásico de Stanley Kramer El mundo está loco, loco, loco, loco), los personajes compiten entre sí por hacerse con un «tesoro», en el caso de la película, monetario, y en el del cómic, custodio de un gran poder.

 

Jugando con las habilidades del narrador de la historia (de quien no conocemos la identidad hasta llegar al último tercio de la misma), Batman: Tiempo muerto cuenta sus acontecimientos bien dando saltos atrás y adelante en el tiempo (para conocer contextos y motivaciones de los personajes), bien mostrando el minuto a minuto de varias acciones que transcurren en paralelo (para seguir el avance de la trama). Un interesante ejercicio que en el primer aspecto ayuda a profundizar más en la aventura y crear una visión de conjunto (importante para la resolución), y que en el segundo imprime una gran sensación de frenetismo a la carrera en curso.

 

Batman: Tiempo muerto

 

A nivel formal, Marquez y King elevan su obra y se muestran ambiciosos con su truco desde el primer momento. Pero al final es eso, un truco, incapaz de esconder la simpleza de su premisa y de sus propios personajes, quienes corren, se pelean y matan entre sí por un tesoro que ni siquiera conocen. Han oído hablar de él y asumen su riqueza sin plantearse la veracidad o consistencia del relato. Héroes y villanos, en general, se mueven por proteger su mundo o hacerse con el control de este. ¿Y qué han conseguido cuando acaba el día? Nada. Es la absurda historia de nunca acabar. Los autores, conscientes de esta realidad, la asumen en las últimas páginas y la verbalizan en boca de sus maltratados personajes (aquí reciben todos).

 

En esa credulidad entra el objeto de deseo de todos los implicados (Batman incluido). Ocurre como con la lotería de Navidad. A nadie le interesa pero todo el mundo la compra por si acaso. «Y si toca en el trabajo y todos tienen su décimo menos yo?». «¿Y si cae el gordo en el bar de siempre justo el año que no pillo una participación?». En el cómic, en un momento dado se cuenta una historia y alguien se la cree. No la corrobora, la da por válida sin más. Pasa el tiempo y, porque conviene, se sigue asumiendo. Pasa el tiempo y la historia, de tanto repetirse, se convierte en «verdad». Y al final, hasta quien no cree en esa verdad, la asume por si acaso.

 

Seguimos verdades, por absurdas que sean, por si acaso. Y así nos va.

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