Aún oyendo los ecos de esa falta de contexto de la que adolecía el primer tomo de la colección, retomamos la lectura de Hiedra Venenosa con el volumen Consumo poco ético, arco argumental con el que G. Willow Wilson y Marcio Takara ponen ciertas cosas en su sitio y en el que exploran las consecuencias del arranque asesino que tuvo nuestra protagonista al comienzo de esta nueva andadura.
«¿Por favor? Son solo dos días…»
Habitual némesis de La Cosa del Pantano (con permiso de Anton Arcane), Jason Woodrue ha ido reconfigurándose como letal enemigo para Hiedra Venenosa, como pudimos ver, por ejemplo, en el anterior tomo. Y es tal su amenaza que, aunque no esté de cuerpo presente, sus «ramas» enredan y enredan a una Pamela Isley en busca de un equilibrio entre su nueva realidad y quién llegó a ser junto a Harley.
Como decíamos al principio, los ecos del pasado reciente siguen incidiendo en la aventura actual, aportando o restando matices según sea nuestro bagaje con la eco-terrorista y sus circunstancias. Por suerte, como advertimos también en el anterior post, la guionista siempre tiene la vista puesta en el horizonte y la trama sigue avanzando a buen ritmo, recogiendo lo explorado en el primer arco para, con este segundo, dar por concluida la presentación de la protagonista.
De una parte se resuelve lo concerniente a la relación entre Harley y Pamela. Y aunque esto también es una cuestión que se arrastra de antes del comienzo de etapa, las circunstancias de las amantes están bien expuestas, de tal forma que es muy fácil entrar en la dinámica y aún más fácil empatizar con ambas. El desarrollo de Hiedra como personaje es una de las bazas que está utilizando Willow Wilson para darle consistencia a la aventura y garantizar un largo recorrido a su serie. El paso al frente aquí es evidente, esquivando también un prematuro estancamiento de la historia. No en vano, la relación entre las (no tan) villanas se ha asentado casi tan bien como las de Superman y Lois Lane o Canario Negro y Flecha Verde. Verlas distanciadas aviva el salseo temporalmente, pero al final queremos verlas felices y arrejuntadas.
De otra parte, superado el protagonismo de Woodrue como villano (que no su influencia) y a fin de darle un hilo argumental que perdure en el tiempo, Willow Wilson explora los efectos colaterales del impulso homicida de Pamela respecto a la especie humana. Aquellas esporas que fue esparciendo durante su travesía en carretera resultan ser más peligrosas de lo que esperaba nuestra protagonista, haciendo germinar amenazas de lo más variadas. En este punto, la autora busca una coherencia temática que enfatiza el terror y la crítica social. El primero tiene a su principal aliado en Marcio Takara que sigue evocando a las aventuras de Swampie subrayando así una de las ideas que ya mencionamos en el anterior volumen: esta Hiedra se postula a ser la heredera de Alec Holland. No en vano, las referencias al verde son constantes y la relación de Hiedra con este se presenta tan compleja como interesante.
La crítica tiene también anclaje en el terror y en el acercamiento a los modos de La Cosa del Pantano, pero sin descuidar las motivaciones de Hiedra Venenosa como personaje y el mundo que la rodea. El discurso de la guionista puede pecar de ser naif, faltan tonos grises y una mayor profundización en los temas tratados, pero el mensaje que transmite es claro. Willow Wilson se posiciona de forma convincente y evita los rodeos innecesarios. ¿El pero? Le falta un punto de contundencia que iría en contra de la senda heroica marcada para Pamela.

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