Lo mejor de Conan y el pueblo del Círculo Negro es la edición que se ha marcado Planeta DeAgostini, un libro de tapa dura que recoge la miniserie original e incluye las cubiertas originales del argentino Ariel Olivetti. Pero el trabajo de Fred Van Lente y del propio Olivetti en la obra desmerece por completo a la figura de Conan.
La historia tiene todo lo que se le puede pedir al personaje: traiciones, bujería, damiselas en apuros, peleas de espadas… pero el guionista no logra sacarle el jugo a nada y se limita al arte de la acumulación, a ver si alguna cosa funciona. Y empieza arriesgando, apostando por no presentar a Conan hasta que llegamos a la página 14, tiempo de sobra para plantear el relato y que con la llegada del cimmerio empiece la acción. Pero Conan demuestra no ser más que ser uno más en un reparto demasiado coral, su presencia es intrascendente e injustificada (cualquier personaje blandiendo una espada habría servido) y en el que no toma ninguna decisión libremente. Todo cuanto hace ya está predeterminado por las circunstancias; no participa activamente de la aventura, sino que son los diferentes obstáculos que se va encontrando los que marcan su rumbo.
Presumiblemente debido a la corta extensión del libro y el ímpetu narrativo de Van Lente la acción se percibe accidentada. La larga introducción que nos ofrece, además de ralentizar el arranque de la historia, obliga a resumir a medida que la trama se complica (e incluso se bifurca), dando lugar a vacíos en la evolución de algunos personajes (que cambian de parecer de una página a otra), a que las motivaciones de otros queden difusas o a que algunas escenas parezcan narradas a trompicones, que les falten viñetas. Detalles como el exceso de nombres exóticos que puede exigir demasiado al lector, tampoco ayudan a rebajar el desencanto con el libro.
El arte de Ariel Olivetti tampoco resulta muy acertado. Su dibujo es espectacular, concibe un gran e imponente Conan y da con la tecla al retratar los componentes fantásticos y eróticos de la historia, pero falla en la narrativa. Se detiene mucho en las imágenes fijas y las viñetas tienen muy poca fluidez, ofreciendo un trabajo ideal para un libro ilustrado, no para un cómic. Dibujos nada dinámicos que además parecen pegotes en unos fondos digitales realmente horrorosos que pretenden pasar por realistas.
En resumen, Conan ha vivido días mejores.
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