Un industrial multimillonario, un científico loco, un héroe de la Segunda Guerra Mundial y un dios nórdico. Estos son, para Marvel, los héroes más poderosos de La Tierra. ¿Pero quién puede identificarse con ellos? Estos han sido los merecedores, hasta ahora, de vivir sus propias aventuras en la gran pantalla. Pero se trata de personajes con unos estilos de vida y unos problemas que en general nos resultan ajenos. Están ahí y los adoramos, pero sabemos que nunca serán nuestros iguales. Para encontrar héroes así tenemos que reducir nuestra escala… hasta el tamaño de una hormiga.
Ant-Man ha relativizado sus pretensiones en todos los aspectos: desde el económico (es la película más barata de la factoría Marvel) al de su protagonista. Scott Lang (Paul Rudd) es un ex convicto que solo quiere empezar de cero y recuperar a su hija, pero sus antecedentes le suponen un gran impedimento para encontrar trabajo y su ex pareja no le da tregua. Desea tener un trabajo honrado y formar una familia, nada más. Sus aspiraciones y sus problemas, laborales o personales, no distan mucho de los de la mayoría. Lang es, por así decirlo, el primer héroe «obrero» del universo cinematográfico marvelita. Y ahí radica su encanto.
A priori la elección de Paul Rudd como protagonista también se sale de la norma. Aunque bueno, también lo hicieron nombres como Mark Ruffalo y hoy nadie le discute que Hulk sea suyo. A su edad y con una carrera en la que ha tenido que exprimirse poco físicamente, la apuesta por Rudd podría haber salido rana, pero el actor ha sabido apropiarse del personaje, imprimiendo su personal carisma a este noble perdedor que es Scott Lang. Esta ruptura con los arquetipos ya instalados en la familia marvelita (aunque luego su desarrollo sea bastante convencional) permite al espectador entrar mucho más fácilmente en la película, aún cuando el personaje no figura entre los más conocidos por el gran público. De hecho ni siquiera es el primer Hombre Hormiga de los cómics.
El primero, Hank Pym, también aparece, pero retocado lo suficiente para huir de la polémica que le lleva acompañando desde hace décadas y que hacía muy difícil su traslación a la gran pantalla (su top 3 lo conforman la creación de Ultrón, sus escarceos por el lado oscuro como Chaqueta Amarilla y, quizás lo más delicado, ha sido condenado y repudiado por malos tratos), y porque habría provocado una saturación de héroes intelectuales, espacio ya ocupado por Tony Stark y Bruce Banner. Así, el bueno de Michael Douglas interpreta a un científico jubilado y ex empleado de SHIELD, que hace las veces de mentor de nuestro protagonista.
Científicos y ladrones… ¿qué nos podemos esperar entonces de Ant-Man? Pues el esquema de una película de atracos. El film de Peyton Reed (a partir del trabajo de Edgar Wright y Joe Cornish, no lo olvidemos, pues su huella está muy presente en el tono y la planificación de algunas escenas) sigue la máxima marvelita de dejar que cada una de sus aproximaciones a un héroe en solitario tenga la libertad de encontrar su propio género. Así, El soldado de invierno funcionaba como un thriller de espionaje, mientras que el Thor de Kenneth Branagh podía entenderse como un drama shakesperiano. Y Ant-Man, como decía, se enmarca dentro del subgénero de robos de guante blanco.
Lo hace, además, repitiendo la fórmula que tanto éxito ha dado a la compañía en los últimos años, combinando un fresco (y blanco) sentido del humor con altas dosis de acción. En este caso en concreto, el poder jugar con las escalas ha permitido a sus autores potenciar aún más la comedia (jugando con elementos del slapstick o una comedia más física) y, tal como apuntaba al principio, rebajar las expectativas. En Ant-Man podemos olvidarnos del dramatismo de ver una ciudad destruida, o la épica de una lucha cuerpo a cuerpo contra Hulk. Aquí las grandes secuencias de acción tienen lugar a ras de suelo, en espacios interiores o conductos de ventilación, con las hormigas como protagonistas y con juguetes como armas arrojadizas.
Y aún cuando las referencias a los próximos títulos y personajes de la compañía están muy presentes (casos de Avispa, Spider-Man o Civil War), esta versión superheroica de El increíble hombre menguante sabe condensar un arco argumental sin excesivas ramificaciones. Ant-Man es un relato de orígenes, una carta de presentación para su personaje. En este punto, sin embargo, persisten dos defectos que ya parecen una constante en esta gran serie cinematográfica que son Los Vengadores: Un villano sin enjundia y unos personajes femeninos bastante desaprovechados. Salvo Loki y quizás Cráneo Rojo, no ha habido un enemigo que estuviera a la altura de la amenaza que se le presuponía, ni siquiera el temido Ultrón. Al contrario, abundan los Ronan y los Malekith, personajes sin carisma que no harían temblar ni a Agallas, el perro cobarde. Chaqueta Amarilla es uno más a sumarse a esta lista.
En cuanto a ellas, Evangeline Lily poco puede hacer con un personaje, Hope van Dyne, con muchísimo potencial y que queda reducida a un rol motivador para los hombres de la película. Si desde Marvel deciden cuidarla en próximas películas, pueden encontrar un gran filón.
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