Eternal

Eternal: Es decir muy poco

Eternal, esa maravillosa promesa que se desvanece minuto a minuto en el que, a la fuerza, se va convirtiendo en soporífero aire de la sala de cine; ese anteriormente prometedor thriller de ciencia ficción dirigido por el señor Tarsem Singh, director que cuenta con toda mi simpatía, pero que también, muy a mi pesar y tras ver Eternal, me obliga a quedarme con su The Fall. El sueño de Alexandria: una auténtica delicia escrita también por él. Y digo yo, tras esta última debacle, ¿por qué este señor no dirige única y exclusivamente aquello que escribe?

 

Ben Kingsley

 

Eternal viene de la mano de los hermanos Pastor, Álex y David (autores de títulos como Los últimos días o Infectados), y a pesar de contar con una premisa de lo más interesante, muy a nuestro pesar solo se queda en eso… Damian, Ben Kingley, se nos presenta como un multimillonario entradito en años, muy bien considerado dentro de las altas esferas de la ciudad de Nueva York (es el reputado constructor de algunos de los edificios aparentemente más emblemáticos de la ciudad), y precisamente aquellos que lo admiran, le otorgan la ansiada inmortalidad merced a sus portentosas creaciones. Pero nada más lejos de la realidad… El señor jerifalte, padece un tipo de cáncer terminal y le queda poquísimo tiempo de vida. Y así es como da comienzo la aventura, en el momento en el que, seguido del consejo de una nota anónima (¿desde cuándo un mensaje sin nombre tiene algún tipo de credibilidad?), decide someterse a un proceso en el que transferirán su conciencia a un cuerpo joven y sano; un cuerpo «huésped» preparado exclusivamente para ello.

 

Y hasta aquí todo más o menos correcto, salvo porque no es posible llegar a entender que una persona tan, aparentemente inteligente, no solo se deje guiar por una nota anónima que le anima a someterse a la misteriosa transferencia, sino que además lo hace aun sabiendo que es un proyecto hiper-secreto de la muerte. ¿Cómoooo? ¿Un avance tan importante para la humanidad, que ya ha sido probado en otros individuos, que se sabe a ciencia cierta que funciona, mantenido en secreto? ¿Pero los secretos no suelen encerrar algo ilegal? Aun así, Damian, creador de todo un imperio levantado con gran esfuerzo de la nada más absoluta, decide seguir adelante y meterse en un fregado de tres pares en el que, para más inri, ni siquiera le dejan elegir el cuerpo que habitará… ¿Y cómo se come todo eso? Pues como es de esperar; muy lentamente, al ritmo soporífero de la historia, y masticándolo cada vez más cabreado.

 

Ben Kingsley

 

Pero ahí no acaba todo, que luego llega el momento de tragar y se nos hace bola el hecho de que pasemos de enfrentarnos a un individuo cabroncete, egoísta y ególatra, a una personalidad cambiante que casi recién estrenado su nuevo cuerpo, termina comportándose más como la supuesta personalidad del cuerpo que ahora viste, que como el propio original. ¿Qué lógica tiene todo esto? Cierto, a pesar de que sufre los dichosos efectos secundarios y a través de visiones o lápsus, Damian observa inquietantes retazos de una vida que no es la suya; aunque entendemos que intente averiguar qué está sucediendo y sobre todo por qué le han vendido una moto distinta a la que le contaron, no nos es posible entender por qué lo hace comportándose (que no transformándose) como lo haría la otra persona.

 

Y para colmo de males tenemos a ese cuerpo serrano que no es otro que Ryan Reinolds (nuestro Damian joven). ¡Casi nada! ¿Se puede tener menos expresividad en momentos de auténtico dramatismo, terror, inseguridad o sufrimiento? No, amiguitos, me temo que no.

 

Ryan Reynolds

 

Pero hay más. Ese ansia por disfrutar de la parte visual de Eternal (la foto corre a cargo de Brendan Galvin) también se ha visto totalmente truncada: a pesar del gran Tarsem, Eternal solo es capaz de brillar en los momentos en los que se reflejan ambos mundos: la ostentosidad y majestuosidad del lado de los ricos, y la cercanía y la humanidad que nos ofrece el mundo de los menos afortunados; lleno de belleza y color. Muy bien llevados, eso es cierto. Maravilloso… pero ya. ¿Qué hay del interior de las mentes? ¿De la parte científica de la trama? Nada sobresaliente, y es una pena.

 

Para concluir, y a pesar de las expectativas, decir que Eternal no deja de ser un thriller de ciencia ficción simplón y de fórmula; nada comprometido, lento, previsible y aburrido. Desgraciadamente, y mal que me pese tanto por Tarsem Singh como por los hermanos Pástor, he de admitir que no es nada recomendable.

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