La apuesta por Chloé Zhao ya se antojaba extraña desde el principio, realizadora en las antípodas de Marvel Studios tanto artística como formalmente. La apuesta por llevar a Los Eternos a la gran pantalla tampoco daba mucha seguridad teniendo en cuenta no solo el precedente de Inhumanos, sino que ni siquiera en el mundo de las viñetas son personajes que hayan conseguido una continuidad reseñable a lo largo de los años. Aún así, el Oscar obtenido por la directora china y los nombres de algunos de los integrantes del reparto invitaban a darle una oportunidad a Eternals. La apuesta ha salido rana.

Los Eternos como concepto resultan tremendamente ambiciosos. Quizás lo más ambicioso de Marvel Studios desde su propia concepción. Y es que la creación de Jack Kirby versa sobre el mismo origen de la vida en La Tierra y -magia de la retrocontinuidad mediante- explica en última instancia el porqué de que haya tantos superhéroes en nuestro planeta. Celestiales, desviantes, eternos… las muchas ideas tratadas por Kirby toman en el filme de Zhao una variable añadida que enrevesa un poco más la mitología de los personajes, pero que ayuda a encajarla dentro del MCU… aunque explicaciones como la no intervención de Ikaris y los suyos ante la amenaza de Thanos no sea nada convincente.

Este aspecto, el del encaje de Eternals con el resto del universo cinematográfico marvelita, resulta muy poco satisfactorio. No solo por la pobre respuesta a su ausencia durante la crisis más importante hasta la fecha para los Vengadores -y el universo entero-, sino porque la amenaza a la que se enfrentan los Eternos en esta película es de tal escala -está en juego la integridad del propio planeta- que resulta inverosímil la no aparición de ningún otro superhéroe de la factoría. Es más, salvo por algún guiño en forma de algún comentario aquí o allá, no hay alusiones al universo compartido, pudiendo pasar Eternals como un proyecto independiente.

Como película -al margen de consideraciones relativas al universo que comparte- también resulta endeble. La intimidad y poética con la que Zhao viste sus proyectos se estrella con la ambición y concreción desmedida que impone Eternals. Algunas ideas son interesantes, como la propia estructura del filme, alternando el presente con flashbacks que presentan a los Eternos en diferentes períodos históricos, pero no se aprovecha para desarrollar a los personajes como debiera, máxime cuando se trata de un título de carácter coral. Hay mucha información que procesar, pero está mal diseminada, habiendo tramos de la cinta que son simplemente aburridos (y ante nosotros tenemos más de dos horas y media de visionado). La directora no atina a dar con el equilibrio entre la espectacularidad marvelita y unos personajes que se postulan para suceder a Guardianes de la Galaxia en la vertiente cósmica del UCM, y el drama más íntimo -lírico incluso- que ha hecho de ella una autora de referencia en el Hollywood actual.

Las dos vías por las que transita la cinta: salvar la Tierra y encontrar un sentido a la propia existencia, son complementarios. No son pocos los títulos en los que el héroe de turno ha de hacer frente a una gran amenaza al tiempo que reflexiona sobre su propia razón de ser; pero no es el caso de Eternals que dedica más tiempo a mostrar miradas reflexivas de sus protagonistas bajo la luz del ocaso que en hacer que nos interese lo que les pasa. En la mayoría de los casos se hace harto difícil empatizar con los dramas de unos Eternos que en no pocas ocasiones actúan de forma arbitraria e injustificada. De bellísima factura, en muchos momentos Eternals resulta insustancial y falta de carisma. Un paso en falso para Marvel Studios, que esta vez no ha acertado con su fórmula.