Sonrisa, aire, ilumina, corazón abierto… esa es Gloria, como aquella que describía Umberto Tozzi en su memorable tema. La protagonista tiene eso, pero claro está que no es oro todo lo que reluce. Gloria también sufre, tiene miedo a la soledad, esa que la amenaza a la vuelta de la esquina. Porque ya tiene 58 años, y separada con dos hijos ya criados e independientes, tiene una tarea por delante: reconstruirse a sí misma y llenar esos vacíos que se le vienen encima. Pero la mujer es valiente. Valiente por querer vivir alegremente su sexualidad, valiente por disfrutar de cada minuto como si fuera el último y valiente por plantar cara a las situaciones adversas.
La película ofrece una actitud que el público está poco acostumbrado de ver. Cuántas veces el cine ha tenido como protagonista a un hombre maduro, pero qué pocas ha habido que narrasen las vidas de mujeres maduras. Éstas casi siempre son secundarias y dan apoyo a otros personajes principales, masculinos por supuesto, y sus acciones siempre van por detrás de las de los demás. Ahora toca darle el protagonismo que merecen.
Este lustroso a la par que sencillo título proviene de Chile (aunque tiene coproducción española), un país que cada vez va marcando más su territorio a nivel internacional. El No de Pablo Larraín fue la entrada grande, y que abrió un sendero por el que se debe seguir, y esta cinta, dirigida con mimo por Sebastián Lelio, es pequeña pero está dando pasos de gigante. De ello da fe el oso de Plata que se llevó de Berlín su protagonista por mejor actriz, o las buenas críticas que ha recopilado en San Sebastián.
Esta mujer es una heroína aunque en vez de antifaz porte unas antiestéticas gafas. Sus reacciones de «basta ya» son grandiosas. Sin duda, más sabe el diablo por viejo que por diablo. ¿Cuántas chicas no tendrían ganas de ir a tirar escopetazos ante la casa de un ex novio cobarde? Pero Gloria es algo más. Es un símbolo de aquellas y aquellos perdidos ante un cambio drástico. Es a ellos a quien se entrega esta obra modesta, que no tiene pretensiones y que está dotada de una sinceridad apabullante.
Su ritmo es intimista y cuenta con delicadeza una realidad algo espesa, como ese retrato desolador que se presenta al envejecer. Sin embargo, el alborozo que destila la hace grande y provoca que en ningún momento se pierda el hilo, por muy neutral que parezca.
Paulina García está sobresaliente. Confecciona con sencillas puntadas a esta luchadora que entra en esa etapa tan temida por las mujeres, y con una naturalidad pasmosa da una lección incluso a las que son más jóvenes que su personaje. Su replicante mantiene la calidad: Sergio Hernández construye ese Rodolfo temeroso y pusilánime, que como tantos hombres sexagenarios mantienen los lazos de la dependencia a lo poco que les queda. Ambos, como todo el elenco actoral, saben calar en el público.
Qué bien aferrada está la banda sonora, recurriendo a la nostalgia de la forma más alegre: a Tozzi le acompañan Massiel, Paloma San Basilio, y temas igual de acordes con la historia y con la generación del personaje.
Efectivamente Gloria, «faltaba tu presencia con cálida inocencia«. Pero has llegado, y has sembrado un campo de sonrisas y traído esa bocanada de aire que tanta falta hacen en estos tiempos con esta propuesta feminista, alegre, y sobre todo, optimista.
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