En la época en la que vivimos no suele ser habitual, pero de vez en cuando aparecen de la nada algunas películas cuyo objetivo es ver el lado bueno del mundo o de las personas. Lazzaro feliz entra dentro de esta descripción. Dirigida por Alice Rohrwacher, Lazzaro feliz se presentó en el pasado Festival de Cannes donde se alzó con el premio a mejor guion. Cuenta la historia de Lazzaro, un campesino que trabaja en una pequeña aldea a las órdenes de una Marquesa. La vida de Lazzaro pegará un vuelco cuando este consigue viajar en el tiempo hasta llegar a la época moderna.
En la anterior película de Alice Rohrwacher, El país de las maravillas, pudimos comprobar el peculiar estilo de esta directora. Con dramas austeros y rurales pero acercándolos al neorrealismo mágico con claras referencias a Federico Fellini, Luchino Visconti o Vittorio De Sica. En Lazzaro feliz arrancamos con una familia pobre, que trabaja en medio del campo para poder vivir, aunque pasando muchas penurias. En ese ambiente hostil de explotación y miseria también hay lugar para la felicidad, y aquí es donde surge el personaje de Lazzaro, una persona que desprende inocencia y bondad en medio de todo ese drama.
Tras la primera parte dedicada al trabajo de esos campesinos, la cinta torna a su apartado «mágico» y nos teletransportamos al futuro, sin embargo Lazzaro no ha cambiado nada y sigue siendo ese joven adolescente del inicio de la película. En esta segunda parte el paisaje cambia, ya no estamos en el campo sino en la ciudad. Allí Lazzaro encuentra a su familia, quienes le daban por muerto, viviendo en una situación de pobreza extrema a los márgenes de la vía del tren. Y aunque los momentos temporales y situaciones vitales son diferentes, él sigue comportándose de la misma manera.
Su estilo visual queda totalmente justificado con la línea del filme. Un aspect ratio más cerrado de lo habitual (1:66:1), con los bordes redondeados y mucho grano, crean una sensación de realismo y suciedad que casan a la perfección. Una poesía con mucha bondad, que tira hacia la crítica social, pero sin engañar al espectador, todo ello gracias a la presencia de uno de los protagonistas con más corazón que nos ha dado el cine.
Lazzaro feliz es una de esas películas que no se ven en estos tiempos, no hay efectismos ni fuegos artificiales, solo una buena historia, ternura y algo de magia. Una de las mejores propuestas que nos ha dado el 2018, en la que todo el mundo podrá empatizar e incluso llegar a pensar que existen las buenas personas en el mundo. Y las cosas como son, a veces todos necesitamos a alguien como Lazzaro.
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